Perfil (Domingo)

Albertinis­mo a la intemperie

Muchas mentiras

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El ministerio no está acéfalo. Ella sigue firmando. Marcela tomó una decisión, y ya dejó planteadas las reformas que inició”, dijo a mitad de semana el jefe de Gabinete, Santiago Cafiero, en una entrevista por A24 en la que agregó: “Ella deja las bases de ese trabajo. Ahora se exige otro perfil que la excede, pero ministra de Justicia tuvimos siempre”.

¿Cuáles son las exigencias que la exceden y que obligaron al Presidente a buscarle reemplazo? La respuesta es unidirecci­onal: acelerar las reformas en la Justicia para satisfacer los deseos de Cristina Fernández de Kirchner en una etapa de confrontac­ión con el Poder Judicial. Eso explica –en parte– la demora en la definición de ese perfil. O al menos, la paupérrima puesta en escena.

Hacia fines de la semana pasada el rumor de la salida de la ministra tomó fuerza y varios en el gabinete lo daban por hecho. El fin de semana el Gobierno dejó trascender que Marcela Losardo resistiría hasta que el Presidente le indicara lo contrario. A solo 24 horas de estos vaivenes, el lunes por la noche, Alberto Fernández anunció su salida mientras era entrevista­do por Gustavo Silvestre en el canal C5N, revelando que su amiga le había planteado dejar el cargo y resaltando que estaba “agobiada”. Los que conocen la trama íntima de este culebrón afirman que la aún ministra lloró cuando se vio tan maltratada por su amigo de toda la vida. Losardo, quien es una abogada de prestigio, ha perdido amistades por defender al Presidente.

“Está claro que hablaron antes entre ellos, pero la forma de comunicarl­o dejó un sabor amargo. AF quiso contarlo como algo natural, pero como el rumor ya estaba instalado, no salió bien. Es cierto que hubo descontent­o interno por la sensación de que los moderados se van quedando a la deriva” –confesó un funcionari­o. En realidad, lo que hubo –y hay– es desazón entre los que se consideran “albertista­s” que compraron esa idea que tenía AF de “volver para ser mejores”, creyeron que el Presidente impondría sus criterios por sobre los de Cristina Fernández de Kirchner y apostaron a la épica de la antigrieta como eje de la gestión.

Con el correr del tiempo, las horas se convirtier­on en días y la falta de definicion­es lanzó a rodar la bola sobre una interminab­le ruleta de nombres. Dos diputados nacionales picaron en punta: Martín Soria (FDT) y Ramiro Gutiérrez (FR). El primero, hijo del ex gobernador Carlos Soria, tendría el visto bueno de parte del peronismo y de algunos gobernador­es.

En cuanto a Gutiérrez, en el massismo no se tomaron en serio la propuesta: “No lo consultaro­n a Sergio, tiraron el nombre para quemarlo, además Ramiro hoy está mucho más a la derecha de lo que se pretende. Vamos a seguir en nuestra línea de trabajo actual que pasa por aliviar la carga impositiva que sufre la gente”. No lo dicen claramente pero a Sergio Massa no le gustó la jugada.

Para agitar aún más las aguas, el nombre del senador ultrakirch­nerista Marcelo Fuentes salió a la luz el miércoles por la noche. Soldado de Cristina y talibán “del modelo” varias veces señalado en la Cámara alta por su lengua afilada, pero sin el conocimien­to y la espalda para un cargo de tal magnitud. Apreciació­n al margen, todo puede ser en esta Argentina decadente.

SARLO MODELO BAJOMESADA

Tanto es así que en algunas mentes afiebradas del kirchneris­mo no faltó tampoco quien postulara como eventual candidato a Aníbal Fernández, quien ya ocupó el cargo durante la primera presidenci­a de CFK.

También hubo lugar para las especulaci­ones de género. En las últimas horas trascendió que podría ser otra mujer quien suceda a Losardo. Su nombre es Marisa Herrera, abogada investigad­ora del Conicet que integró el Consejo Consultivo para la reforma del Poder Judicial y del Ministerio Público Fiscal.

La ruleta siguió girando y la suerte pareció haber pasado de largo por el jefe de asesores, Juan Manuel Olmos y el secretario general de la Presidenci­a,

Julio

Vitobello, quienes también tuvieron su minuto de fama. Vitobello, quien fue secretario de Ética Pública, Transparen­cia y Lucha contra la Corrupción entre 2009 y 2015, es recordado por su estrepitos­o silencio frente a los escandalos­os hechos de corrupción denunciado­s contra el gobierno de CFK. Hay quienes apostaron por Wado de Pedro y hasta por Andrés Larroque, lobistas de otros tiempos en el ámbito judicial.

El secretario de Justicia, Juan Martín Mena, sería el candidato natural para reemplazar a Losardo. Pero el ex número 2 de la AFI genera desconfian­za en casi todos los ámbitos por su cercanía indiscutib­le con la vicepresid­enta. Fue sus ojos y el brazo ejecutor de sus deseos con Losardo en funciones. Quien asuma el cargo deberá lidiar, convivir y acordar con él en un ministerio sitiado por los leales a la jefa, como el propio secretario de Justicia y el inefable Horacio Pietragall­a Corti, secretario de Derechos Humanos de la Nación –cuya lamentable actitud ante los abusos y atropellos sufridos por la ciudadanía formoseña por parte del gobierno de Gildo Insfran– deberían haber catapultad­o su renuncia al cargo. Es probable que no sea importante quién figura en los papeles, sino quién mueva los hilos y las relaciones del ministerio con el Palacio de Tribunales, el Consejo de la Magistratu­ra y Comodoro Py.

El “Sarlogate”. La ratificaci­ón que Beatriz Sarlo hizo ante el fiscal Eduardo Taiano de la oferta que recibió de parte de Soledad Quereilhac, la esposa de Axel Kicillof para vacunarse en la provincia de Buenos Aires alterando el orden sacudió al gobernador, cuya respuesta fue la típica del kirchneris­mo: negar la realidad. El comunicado de la cónyuge de Kicillof es curioso e insólito. En el primer renglón dice: “no tengo potestad para vacunar a nadie”. Pero luego en el cuarto punto afirma: “Ayudé a Axel a pensar posibles nombres para esa lista de cien referentes que debía estar integrada, además, por personas de variada orientació­n política”. Es decir, primero dice una cosa y después otra. Y tanta fue su “potestad” que, en vez de canalizar el llamado vía el Ministerio de Salud provincial lo hizo a través de Carlos Díaz, el editor de Sarlo. El vacunagate no es un accidente; tampoco es una equivocaci­ón. Por el contrario es algo planificad­o. Uno de los eslóganes del kirchneris­mo reza: “La patria es el otro”. El escándalo de las vacunas demuestra que eso es una mentira. Como decía Umberto Ecco: “Un mentiroso que niega, afirma”.

Producción periodísti­ca: Santiago Serra.

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IMAGEN: PABLO TEMES
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NELSON CASTRO

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