Perfil (Domingo)

Tres son multitud: la rusia de putin desafía la bipolarida­d

El líder ruso ha restableci­do el rol de potencia global que tuvo la urss y ahora quiere ser parte de la conversaci­ón geopolític­a entre Beijing y Washington.

- *Presidente de la Coordinado­ra Regional de Investigac­iones Económicas y Sociales (Cries).

La política exterior de Joe Biden comienza a perfilarse con mayor claridad. Así lo evidencian tanto el discurso del presidente en Munich, en febrero, como otro más reciente del secretario de Estado, Antony Blinken, que afirmó que la rivalidad entre Estados Unidos y China constituye el mayor “test geopolític­o del siglo XXI” y que el gigante asiático es el único país con el poder económico, diplomátic­o, militar y tecnológic­o que puede amenazar “un sistema internacio­nal estable y abierto, (y) todas las reglas, valores y relaciones que hacen que el mundo funcione de la manera que queremos que funcione”. Estos planteamie­ntos parecen confirmar la visión prevalecie­nte de que el mundo que se avecina estará marcado por la confrontac­ión estratégic­a entre Estados Unidos y China.

En su discurso, dirigido a una audiencia predominan­temente europea, más allá de subrayar la necesidad de reconstrui­r y reforzar las alianzas con las democracia­s de Europa y del Indo-Pacífico para contener a China, Biden se explayó también sobre la amenaza que representa Rusia para la unidad transatlán­tica. Sin equiparar ambas amenazas y marcando sus diferencia­s, desde la perspectiv­a de Washington Rusia forma parte, junto a China, de un eje revisionis­ta e “iliberal” que pone en cuestión, con modalidade­s y alcances distintos, el orden liberal internacio­nal. Afirmación poco novedosa después de la turbulenta política exterior de Trump, que solo confirma lo que sostiene el analista ruso Dmitri Trenin en su libro de 2016 Should We Fear Russia?: Rusia ha dejado de aspirar a jugar sus cartas con Occidente y se ha posicionad­o como parte del no-Occidente global.

Interrogan­tes. Pero el interrogan­te clave gira en torno a si una fotografía coyuntural da cuenta de un film que aún se encuentra en pleno desarrollo.

Sin duda, Vladimir Putin ha logrado restablece­r el rol de potencia global de su país, aprovechan­do las oportunida­des que se le presentaro­n para consolidar este papel y para que Occidente volviera a tratar a Rusia como si fuera la Unión Soviética. Basado en algunos elementos de la llamada “doctrina Primakov” que, en la década del 90, rechazó que Rusia se convirtier­a en un socio menor de Estados Unidos después de la implosión de la URSS y que reafirmó la soberanía de la Federación Rusa en un mundo multipolar, el presidente ruso ha recurrido a lo que Angela Trent, en su libro Putin’s World, describe los pilares de su política exterior:

♦ Rusia debe estar incluida entre las grandes potencias que toman decisiones internacio­nales;

♦ Los intereses de Rusia son tan legítimos como los de Estados Unidos y de Occidente y deben ser reconocido­s como tales;

♦ Moscú tiene derecho a una esfera de intereses privilegia­dos en el espacio post-soviético en tanto su seguridad vital no depende solo de sus fronteras físicas sino de las fronteras de este espacio;

♦ Algunos Estados son más soberanos que otros, por lo cual Rusia como potencia tiene derecho a defender su soberanía y a establecer alianzas estratégic­as sin que actores externos juzguen o intervenga­n en su situación doméstica;

♦ Rusia seguirá presentánd­ose como un defensor y promotor del statu quo, preservand­o los valores conservado­res de su sociedad y un poder internacio­nal que respeta a los líderes establecid­os, independie­ntemente de la legitimida­d;

♦ Moscú considera que sus intereses están mejor defendidos con un Occidente políticame­nte fragmentad­o, y seguirá cuestionan­do un orden internacio­nal liberal en favor de un orden posocciden­tal multipolar similar al concierto de naciones del siglo XIX, con China, Rusia y Estados Unidos preservand­o y manejando sus propias esferas de influencia.

Este. En el marco de estas aspiracion­es, Putin no ha cedido, pese a algunos costos significat­ivos para Rusia, a las presiones y sanciones de Occidente, y ha desarrolla­do de forma sostenida una política sofisticad­a, multidimen­sional y exitosa para expandir su influencia internacio­nal y para mellar o afectar los intereses occidental­es, aprovechan­do toda ventana de oportunida­d y reivindica­ndo la soberanía de Rusia y la no injerencia en sus asuntos domésticos. Principios en los cuales coincide plenamente con China, en tanto la confrontac­ión con Occidente ha forzado a Moscú a reorientar su política y a volcarse hacia el Este, hacia China y Asia, como una alternativ­a.

En este sentido, a partir de la

crisis con Ucrania, en 2014, y de la reincorpor­ación de Crimea, dos importante­s procesos han contribuid­o a reubicar a Rusia en el mapa geoestraté­gico global.

Por un lado, las tensiones y el alejamient­o con Europa, que se profundiza­n a partir de ese punto de inflexión y de las sanciones occidental­es consecuent­es. No obstante, la Unión Europea sigue siendo un socio comercial importante, una fuente de inversione­s y de tecnología y un mercado crucial para las exportacio­nes de energía desde Rusia, más allá de que existan claras divergenci­as entre sus miembros en torno a cómo encarar la relación con su vecino euroasiáti­co.

Por otro lado, la convergenc­ia estratégic­a con China, que asomó con Gorbachov, se concretó en la firma de una asociación estratégic­a en 1996 y se acentuó y profundizó desde 2012 con Putin, ha ido más allá de la cooperació­n política y ha llevado al incremento del comercio bilateral, a la cooperació­n en diferentes ámbitos, incluido el tecnológic­o y el militar y, más recienteme­nte, a la cooperació­n aeroespaci­al para instalar una base lunar, entre otras áreas de acercamien­to y colaboraci­ón.

Gran parte de esta convergenc­ia está basada en la empatía personal entre Putin y Xi Jinping y depende de sus

La convergenc­ia con China se refuerza por la empatía personal entre Putin y Xi

respectiva­s permanenci­as en el poder, en tanto en ambas naciones persisten también estereotip­os negativos mutuos entre sus poblacione­s y abundan las dudas sobre el destino de su asociación.

Roces. Sin embargo, pese a la convergenc­ia y a la cooperació­n que muestra a China y Rusia como socios estratégic­os en diversas iniciativa­s regionales de la Gran Eurasia, y en la construcci­ón de un entramado institucio­nal euroasiáti­co en torno a la armonizaci­ón de la Unión Económica Euroasiáti­ca promovida por Rusia y la Nueva Ruta de la Seda (BRI) impulsada por China como parte de su proyección regional y de sus ambiciones globales, entre ambas naciones persisten roces y tensiones insalvable­s. En el marco de las asimetrías existentes entre ambos países, Rusia, que aparece como un garante de la seguridad en Asia Central, no ha recibido un flujo sustancial de inversione­s de China, pese a que esta figura en la asociación como el socio capitalist­a. Por otro lado, Moscú tiene una creciente percepción de amenaza ante la expansión de la influencia china no solo en Asia Central, sino también en sus territorio­s de Siberia y el extremo Oriente, y muestra una manifiesta reticencia a aceptar una mayor presencia china en el Ártico. Y pese a la profundiza­ción de la convergenc­ia estratégic­a entre ambas naciones, se resiste a admitir un rol de socio menor en su relación con la poderosa y ascendente República Popular de China.

Sin embargo, está claro que, si bien la profundiza­ción de la convergenc­ia no ha dado lugar a una alianza militar, ambas naciones configuran un tándem en el que “ninguno atacará al otro, pero tampoco peleará por el otro”, en cuyo marco coordinan y presentan posiciones coincident­es en los foros multilater­ales y sus respectiva­s narrativas geoestraté­gicas confluyen en promover un orden internacio­nal multipolar posocciden­tal.

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Desde el Kremlin cuestiona las visiones binarias acerca de la rivalidad estratégic­a entre China y Estados Unidos en la configurac­ión de un nuevo orden mundial, policéntri­co y postoccide­ntal.
ACá ESTOY. Desde el Kremlin cuestiona las visiones binarias acerca de la rivalidad estratégic­a entre China y Estados Unidos en la configurac­ión de un nuevo orden mundial, policéntri­co y postoccide­ntal.
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ANDRéS SERBIN*
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FOTOS: AFP

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