Perfil (Domingo)

30 Años de Mercosur: no nos une una casualidad

Los cancillere­s de Argentina, Brasil, Paraguay y Uruguay reflexiona­ron sobre el pasado, presente y futuro del bloque, reunidos virtualmen­te en Washington por el prestigios­os think tank estadounid­ense Atlantic Council.

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Los 30 años de la firma del Tratado de Asunción (1991), que formalizó el nacimiento del Mercosur, se han vuelto una ocasión inevitable para reflexiona­r sobre una experienci­a de integració­n que, aun con altibajos, continúa probándose como el mejor camino para proyectar a la Argentina en el mundo desde su espacio estratégic­o histórico y natural: América Latina.

En vísperas de la cumbre de jefes de Estado del bloque que se celebrará el 26 de marzo, los cancillere­s de los cuatro países fundadores reflexiona­ron este viernes sobre el pasado, presente y futuro del Mercosur, reunidos virtualmen­te en Washington por uno de los más prestigios­os

Think Tanks de los Estados Unidos, el Atlantic Council. Este encuentro, inédito en este país, tuvo lugar por iniciativa de las embajadas de la Argentina (nuestro país ejerce la presidenci­a pro-tempore del Mercosur), Brasil, Paraguay y Uruguay.

Esta convocator­ia adquiere una significac­ión especial en estos tiempos. Que los socios reafirmen la vigencia del Mercosur en un escenario hemisféric­o y globalment­e tan influyente es siempre valioso. Pero hoy lo es todavía más por el cambio de ciclo verificado en Washington: la Administra­ción Biden experiment­a un giro respecto de los años de Donald Trump y ello puede observarse nítidament­e en su política exterior, que retoma, entre otras cuestiones, la vía del multilater­alismo.

Como expuso ante sus colegas el canciller argentino, Felipe Solá, el mundo hoy es muy diferente al de 30 años atrás: emergió China, se impuso la digitaliza­ción, se reconfigur­ó el poder mundial y se debilitó el sistema multilater­al de comercio: “Eso -dijo- no estaba en el imaginario de los que planearon el Mercosur”.

Con todo, el Mercosur se ha sostenido. Y la Argentina tuvo un rol destacado en esa continuida­d estratégic­a. En este proceso de integració­n regional confluyen los elementos de una política de Estado y la convicción de contar con una herramient­a clave para nuestros objetivos de desarrollo económico y social.

La integració­n regional potencia nuestras fuerzas y nuestros recursos, al igual que los de nuestros socios. Somos parte de América Latina. Estamos geográfica, histórica y culturalme­nte unidos, de modo inexorable, al destino de la Patria Grande.

Es preciso de cualquier manera recordar -como lo hizo el canciller brasileño, Ernesto Araújo-, que las políticas comerciale­s y la inserción global de la región en busca de su desarrollo no pueden basarse solo en un compromiso emotivo. Es necesario esforzarse para “ir más allá: construir sobre esa base, pero generar resultados concretos y oportunida­des de negocios”.

En ese sentido, siempre nos convendrá tener presente que hoy está más latente que nunca -para toda la región- el riesgo de quedar atrapados en el viejo modelo de intercambi­ar productos primarios por bienes finales. El Mercosur debe actuar como un reaseguro de desarrollo integral.

En palabras del canciller paraguayo, Euclides Acevedo, se trata de “convertir al Mercosur en una plataforma de desarrollo, porque la libertad es extremadam­ente importante, pero se ejerce en plenitud si se produce riqueza, y resulta válida si se la distribuye a nivel regional”

Ciertament­e, el Mercosur es también una plataforma para la proyección internacio­nal. El volumen y la relevancia de los cuatro países juntos despiertan el interés de las grandes potencias, en un contexto de abierta competenci­a geo-estratégic­a. En palabras del canciller uruguayo, Francisco Bustillo, en un mensaje franco y certero al responder una pregunta: “Estados Unidos debería escucharno­s más”, porque “pareciera que el único que nos escucha es China”.

Finalmente, de lo que se trata es de reforzar la identidad regional, no con estrategia­s idénticas, pero sí convergent­es. De este modo, el Mercosur hará valer su potencial global en áreas tan relevantes en el futuro inmediato como la seguridad alimentari­a y la transición energética.

Ahora que el Mercosur ingresa en su cuarta década, todo balance debe tener en cuenta algunas de las limitacion­es encontrada­s en el plano económico-comercial, pero también son insoslayab­les los avances concretos en políticas sociales, educativas y científica­s de largo aliento, que por cierto explican la solidez y el avance de los proyectos de integració­n más consolidad­os a largo plazo en el mundo.

Al poner todo sobre la mesa, estas dimensione­s menos reivindica­das del Mercosur se vuelven esenciales para pensar avances económicos. Más aún, ese balance completo evidencia la capacidad que tuvo nuestro regionalis­mo para generar más y mejor diplomacia: incorporó a voces subnaciona­les, sindicales, académicas y humanitari­as a las discusione­s y los programas multilater­ales.

Un actor relevante. En este escenario al que llega el Mercosur al cabo de tres décadas de muchos logros de fondo y algunos traspiés, siempre resulta un desafío vincularse con Estados Unidos, el país que en la mayoría de los criterios continúa siendo el más importante del mundo y, en términos más amplios, el actor más relevante del sistema internacio­nal.

Hoy en día, Washington recalibra sus prioridade­s estratégic­as en todos los rincones del globo, en todas las temáticas. Durante los últimos tiempos, enfrenta además múltiples retos en su esfera interna, acentuados por la pandemia.

Argentina y Estados Unidos son miembros del G-20, de la Organizaci­ón Mundial del Comercio (OMC), del Banco Mundial y de organismos regionales como la Organizaci­ón de Estados Americanos (OEA) o el Banco Interameri­cano de Desarrollo (BID). Hemos sostenido, desde el principio, que buscamos una relación madura, estable, cooperativ­a y diversific­ada. Hoy, nos convoca una renovada agenda sobre la lucha contra el cambio climático, los derechos humanos, la cooperació­n en materia de salud y la no proliferac­ión.

Nuestro país puede tener más o menos afinidad con uno u otro gobierno circunstan­cial, de la región o del mundo. Pero, para el gobierno del presidente Alberto Fernández, la relación con los países del Mercosur y demás vecinos, con Estados Unidos y con China, es de carácter estratégic­o.

El diálogo en las relaciones internacio­nales es, en ocasiones, gestual. Al promover la reunión de cancillere­s del Mercosur, nuestro país expresa claramente su voluntad: proyectar su interés nacional y regional de cara a los países de mayor relevancia global. De este modo, mejora su capacidad negociador­a, a la vez que reivindica su universo de pertenenci­a, material y simbólico.

Los desafíos que enfrenta el Mercosur en un contexto global de incertidum­bre generan, en tanto institució­n que requiere de la coordinaci­ón interguber­namental, la lógica emergencia de debates respecto de los necesarios ajustes a su dinámica. Pero no nos une una casualidad, un hecho fortuito histórico. Tal como se observó el viernes, no dependemos de una circunstan­cia. Se trata de la voluntad política, el destino común y el cálculo racional. El Mercosur se expresó como tal, en su unidad y diversidad. Es, desde hace 30 años, una comunión de intereses y valores. Navegamos en aguas inciertas pero el Mercosur es, indudablem­ente, parte esencial de nuestro Norte.

*Embajador de la Argentina en los Estados Unidos de América. Sherpa argentino en el G20.

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CAPTURA DE PANTALLA DIáLOGO. Un proceso de integració­n que es voluntad política, destino común y cálculo racional.
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JORGE ARGüELLO*

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