Resistencia peronista: la reacción de los de abajo
El 19 de octubre de 1961 el Teniente Coronel Hamilton Alberto Diaz, jefe del Servicio de Informaciones del Ejército, en su conferencia sobre Guerra Contrarrevolucionaria en la Escuela Superior de Guerra expresó: “La intervención a los organismos gremiales, la proscripción del partido peronista y confiscación de sus bienes, la represión de junio de 1956, la derogación de la Constitución de 1949 (…). Esta serie de hechos políticos que se encadenan durante el gobierno revolucionario, inducen al movimiento peronista hacia un camino subversivo: la agitación gremial y el sabotaje con vistas a crear el clima propicio a la rebelión.”
Diaz comienza reconociendo algo, que es repetido en la historia de las dictaduras: cuando al pueblo se le cierran las posibilidades de elegir democráticamente a sus gobernantes, solo le queda el camino de apelar a la insurrección y la violencia.
ALDO DUZDEVICH*
En 1951 Perón fue reelecto por el 63,5%, y vuelto a ratificar en la elección de vicepresidente en 1953. Pero, en 1955, una oposición que no reunía mayorías electorales, pero sí mucho odio, mucho dinero y el apoyo británico-norteamericano, logró quebrar las Fuerzas Armadas y derrocar al gobierno constitucional.
Como dije en mi nota anterior, ante la crueldad de las fuerzas sediciosas que en julio no vacilaron en bombardear Plaza de Mayo asesinando cuatrocientos civiles, y en septiembre apostaron la Flota de Mar para bombardear Buenos Aires y la destilería Dock Sud, Perón, puesto ante la disyuntiva de desatar una guerra civil, eligió preservar la vida de su pueblo (partidarios y opositores), depuso armas y marchó al exilio.
Muchos dirigentes peronistas terminaron en la cárcel y otros, como el propio vicepresidente Alberto Tessaire se ofrecieron presurosos a pactar con los golpistas. Entonces el pueblo “de a pie”, los trabajadores que sufrieron la brutalidad del despojo, los que sabían que esa “revolución” se hacía para terminar con sus derechos y su bienestar y volver a la década del 30, tomaron en sus manos la lucha por el retorno de Perón. Así nació la Resistencia Peronista, sin jefes, sin líderes visibles, sin una organización única, muy improvisadamente, pero con una enorme dosis de valor y entrega a una causa.
No hubo universitarios, ni grandes intelectuales. Fueron militantes de base de los sindicatos, gente de barrio, la mayoría de ellos anónimos. Lucharon, sufrieron cárcel, torturas y algunos la muerte. Sus nombres casi no se conocen. Han sido olvidados y excluidos injustamente de la historia. En 1973, cuando el peronismo volvió al poder, había una nueva generación, que había luchado esos últimos años, y que ya tenía sus propios héroes y mártires a quienes reivindicar. La Resistencia quedó entonces solo como una lejana referencia, el antecedente de la lucha de estos jóvenes que venían a reclamar su lugar en la historia.
El Decreto 4.161. Desperonizar a sangre y fuego. La mal llamada “Revolución Libertadora” mediante el decreto 3.855/55