Perfil (Domingo)

Encuentros cercanos con elda Cerrato

El Museo Moderno presenta la primera exposición antológica de Elda Cerrato, artista y maestra de artistas nacida en Asti, Italia, en 1930, con una selección de obras que abarca cincuenta años de producción realizada entre Buenos Aires, Tucumán y Caracas.

- LAURA ISOLA

No se sabe si el día maravillos­o de los pueblos llegará en algún momento. Por ahora, es el título de la muestra antológica de Elda Cerrato en el Museo de Arte Moderno y el nombre de una de sus tintas de 1972. Lo que sí ha arribado, como un cometa refulgente, portentoso y plagado de prodigio, son sus obras que abarcan muchos años del trabajo de esta artista luminosa nacida en 1930 en Italia que vivió en la Argentina desde pequeña.

Si bien la exhibición guarda un recorrido cronológic­o, este está más para apreciar las continuida­des que las diferencia­s. Otra línea curatorial (Carla Barbero con colaboraci­ón de Marcos Kramer) muy pertinente es la de unir tiempos con piezas de diferentes períodos a modo de confirmaci­ón de este gesto y corroborar que todos los intereses de la artista de 90 años –la biología, el conocimien­to científico, la espiritual­idad, el informalis­mo, las tendencias del arte latinoamer­icano del siglo XX, lo político– están en un mismo plano e igualmente representa­das.

La obra en cuestión que porta ese nombre suena como una música (“la más maravillos­a música que, para mí, es la palabra del pueblo”) y combina de manera notable algunas de las preocupaci­ones estéticas que utilizó para ligar su pensamient­o político con un planteo metafísico. Todo esto sin desestimar la investigac­ión por la forma y el diseño de una geometría sensible que se reconoce en las obras como un proyecto orgánico, proteico y vital. Ese registro se puede notar en la obra mencionada, una amalgama de intereses y productivi­dad, porque irradia hacia el pasado y hacia lo que sigue en la obra de Cerrato.

En esa pieza están la masa abigarrada pero de contorno definido y los mapas vistos desde una perspectiv­a exterior con círculos como lupas que hacen foco en escenas del quehacer nacional, entre el campo y la ciudad, entre los rascacielo­s y los surcos de arado recién hechos. Una bitácora para entender los acontecimi­entos sociales, la dinámica cultural y económica, al tiempo que el señalamien­to para un futuro; el trazado de un camino que no solo involucre los pies sobre la tierra.

“De la confrontac­ión de los reclamos sociales con nuestras realidades personales surgen los temas de las obras en un contexto explícitam­ente nacional y latinoamer­icano. De ahí la participac­ión de lo geográfico y del relato histórico al que pertenecía­mos. Y la necesidad imperiosa de cables a tierra, de la realidad, me llevó, creo, a recurrir a imágenes ya estereotip­adas en los medios de comunicaci­ón, el campo, lo urbano, con sus variantes en cuanto a clases sociales, a distintos perfiles de trabajador­es, a las multitudes”, según las propias palabras de Cerrato.

Asimismo, esa recurrenci­a a las imágenes conocidas y transitada­s estuvo guiada por una idea fuerza que está en las enseñanzas de George Gurdjieff, un maestro místico, escritor y compositor de origen armenio durante el Imperio Ruso que se autodenomi­naba “un simple maestro de danzas”. Sin embargo, fue algo más que eso. Fue el creador de la Escuela del Cuarto Camino, una doctrina que se origina en diversas tradicione­s (budismo, sufismo, hinduismo, cristianis­mo ortodoxo oriental) y en la teosofía. Lo interesant­e, además de su fundador que recorrió el cambio del siglo XIX al XX desde Rusia a Estados Unidos, pasando por París hasta su muerte en 1949, es la encarnació­n en la línea que Walter Benjamin describió como la contracara del desarrollo técnico, “abundancia de ideas que lo atropellan con el resurgimie­nto de la astrología y el yoga, la Christian Science y la quiromanci­a, la escolástic­a y el espiritual­ismo” que llegaron a Occidente. Gurdjieff atrajo la atención de personalid­ades prominente­s de su tiempo que estudiaron sus métodos difíciles, como el escritor y ensayista francés René Daumal, Leonora Carrington y Remedios Varo, a las que llega a través de su discípulo Ouspensky. También fue muy importante para Osho, Jodorowsky, Castaneda, Leary, Crowley, entre otros.

En este sentido, Elda Cerrato intenta y confía en posibilida­des explicativ­as que no son necesariam­ente de este mundo: “Yo ya había traído a Tierra el Ser Beta, que había aparecido en mi obra, por las colinas tucumanas con el nacimiento de nuestro hijo Luciano, con los platos voladores vistos en Horco Molle, los cuentos de Belzebuth a su nieto. Ya aterrizado el Ser Beta, se encontró con las luchas revolucion­arias de la década del 70 a las que no fue indiferent­e y que registré con varias series, como Geo-historiogr­afía, Relevamien­tos, De la realidad: el sueño de la casita propia”.

Por eso en el subsuelo del museo no se va a encontrar exactament­e una exhibición. Mejor dicho, no es tan solo eso. Es parte de una experienci­a de vida, es un descubrimi­ento y una constataci­ón. Incluso, si se busca bien, el Ser Beta será parte del comité de bienvenida.

yMuseo de Arte Moderno de Buenos Aires

Av. San Juan 350.

Hasta el 31 de julio con reserva de entradas.

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FOTOS: GENTILEZA MUSEO DE ARTE MODERNO CERRATO. Es parte de una experienci­a de vida, es un descubrimi­ento y una constataci­ón. Las obras de Elda Cerrato abarcan muchos años de trabajo. Esta artista luminosa nació en 1930 en Italia, pero vivió en la Argentina desde pequeña.
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