La escritura traslúcida
Sus relatos transcurren en una aldea tailandesa, un poblado mexicano, en un farallón en medio del Rif donde moran criaturas capaces de poseer cuerpos y almas...
Cuentos selectos
Paul Bowles (Selección: Guillermo Saavedra cuento
El cielo protector; Desafío a la identidad; Memorias de un nómada; La casa de la araña; Por encima del mundo
Edhasa, $ 1.150
El nómada Paul Bowles: brillante músico, escritor imprescindible. Migró de Broadway a París, de París a Tánger. Se alude a la fatiga que le causaba viajar a Estados Unidos para presenciar ensayos teatrales. Esa renuncia no lo privó de exuberancia, de las indescifrables y seductoras incógnitas del desierto, de los atávicos rituales de sus tribus. Jane Awer (luego su esposa, la escritora Jane Bowles) permanecería internada en un hospital psiquiátrico los dieciséis últimos años de su vida. Jane y Paul llevaron una amable unión que parece haber enriquecido su condición de homosexuales y adictos a las drogas. Más aún en una ciudad donde todo o casi todo era lícito o posible. Fácil imaginarlo alucinado por la vista de ese mar de arena donde se despliegan la mayoría de sus tramas.
El talento de Bowles lo hace apropiarse de una cultura exótica, bella como su prosa, en la que el estilo parece radicar en no tenerlo –respecto de sus colegas de la época, Bowles se alza en esta asignatura como primus inter pares. Fue un generoso anfitrión. Albergó en su casa a otros de su cofradía: Truman Capote, Djuna Barnes, Tennessee Williams.
Sus relatos transcurren en una aldea tailandesa, un poblado mexicano, en un farallón en medio del Rif donde moran criaturas capaces de poseer cuerpos y almas solo porque turistas sin conciencia se aventuran temerariamente en sus dominios. Con la misma pureza en el uso de la palabra que adjetivó el sustantivo de un escritor praguense que Bowles admiraba, tomó de aquel una cualidad difícilmente alcanzable: la facultad de narrar la crueldad casi con desapasionamiento, y, sin dudas, con precisión quirúrgica. Basta con remitirse a textos que causan espanto a la vez que embeleso. Tomemos como ejemplo “La delicada presa”, en la que enfrenta a un árabe desprevenido en un baño público con un ser indescriptible que regentea un antro en el que las aguas de una fosa de caverna cuya profundidad se sugiere indefinida y encontraremos en el vocablo “espanto” una nota diferenciada. Y así con el martirio y la demencia de un personaje –invariablemente en primer plano, esa perpetua enemistad de sangre entre árabes y extranjeros.
Es imposible no advertir en la traslúcida escritura de Bowles aquello que de inescrutable tiene el secreto. La fascinación de que de un profesor de Lingüística, por el mero gusto de atesorar cajitas hechas de tetas de camella, termine derivando por el desierto sin saber ya quién es, su lengua literalmente mutilada por una daga, babeando coágulos y sometido su cuerpo al tráfico humano en manos de los temibles reguibats (“Un episodio distante”); o el pánico que causa un ser anómalo que regentea un baño público y que, contrariado en sus caprichos, puede convertir hombres en aves, en peces, en monstruos como él (“Junto al agua”); o a una pareja desavenida y alcohólica que, en su viaje de bodas, tras una noche de ausencia de ella, termina con el abandono de él y el extravío de su esposa en un manglar (“Escala en corazón”). Extraordinarios relatos que, leídos, suenan en nuestra mente como un rezo, con la original cadencia de la voz del muecín.