Perfil (Domingo)

Como en casa

- LAURA ISOLA

“La mayoría de los males le vienen a los hombres por no quedarse en casa” es la frase famosa de Blaise Pascal, el físico y matemático del siglo XVII, “el lógico admirable del cristianis­mo”, según Friedrich Nietzsche, que viene como anillo al dedo para estos tiempos pero que fue y será desoída por viajeros y aventurero­s y aborrecida por el turismo.

En ese sentido, el que fue sordo a este consejo fue Raymond Roussel, al tiempo que le hizo bastante caso. El escritor e inventor que había nacido en 1877, solamente entre 1920 y 1921 estuvo en India, Polinesia, Nueva Zelanda, Estados Unidos y Japón. Lo hizo con su madre que, precavida, llevaba un ataúd por valija porque al ser mortal es la única posibilida­d cierta que tenemos pero no sabemos cuándo.

Sin embargo, no se interesaba de modo alguno en lo que había fuera de su camarote donde se quedaba escribiend­o los libros que aún nos sorprenden y son un desafío de lectura como Locus solus e Impresione­s de África, originales máquinas del lenguaje.

En 1925, se hizo construir una casa rodante cuya radical novedad hizo que fuese exhibida en el Salón del Automóvil de París de ese año. El Papa Pio XI y Benito Mussolini quisieron visitarla durante la estadía del escritor en Roma. La “villa nómade” tenía nueve metros de largo y algo más de dos metros de ancho y había sido diseñada por Roussel para trabajar durante sus viajes sin que el paisaje, una puesta de sol o las atraccione­s de una ciudad interfiera­n, ya que sólo tenía una pequeña ventana. En ella visitó, además de Italia, Suiza y Alsacia pero como si nunca hubiera salido de su casa en París.

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ROUSSEL. Su casa rodante construida en 1925.
}R. ROUSSEL. Su casa rodante construida en 1925.

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