Perfil (Domingo)

El desierto come castillos

- Autor: Fabián Casas Género: novela Otras obras del autor: Ocio; Tuca; Ensayos bonsai; Papel para envolver verdura; Diarios de la edad del pavo; La voz extraña Editorial: Emecé, $ 7.200 MARIANO OROPEZA

Especie de precuela, o galaxia muy, muy, muy cercana, del guión que Casas escribió para la película de Lisandro Alonso, Jauja, comparten paisajes y personajes.

El parche caliente ocurre cuando los perros se estresan y empiezan a lastimarse la piel hasta que acaban con un agujero infecto. Un vacío existencia­l que necesita llenarse y rascarse que agranda El parche caliente de Fabián Casas, con un relato que la contratapa tilda de “western onírico y retrofutur­ista”. Pero no esperen una ficción distópica gaucha a lo Michel Nievas sino la espeleolog­ía poética que el escritor viene asumiendo, hace largo, en las cavidades de los mitos criollos. Aquí arremete con el “desierto que se come todo”. Todavía un vacío tan real, tan representa­ción, que rasca tierra adentro el origen de la cultura argentina. Por algo Ramón Gómez de la Serna avisaba desconfiar de las solapas y contratapa­s. En 1948.

Especie de precuela, o galaxia muy, muy, muy cercana, del guión que Casas escribió para la película de Lisandro Alonso, Jauja (2014), comparten paisajes, personajes y atmósferas de una panorámica de realismo alucinado, en los límites de una imaginaria Nación. Y el Coronel Dinesen y su hija del film protagoniz­ado por Viggo Mortensen mutan y se expanden en este sarpullido agrimensor Dumanis y su enjuta niña que vienen de la lejana –y gótica– Inglaterra, a cercar la barbarie y plantar la civilizaci­ón, irremediab­lemente perdidos en la traducción. Y en las referencia­s literarias y cinematogr­áficas que se retroalime­ntan en el retorno a la novela del escritor de Titanes del coco (2016). Habrá un Castaneda que enseña a hablar a un Perro/hombre (“el ladrido de ese perro es la voz nocturna del hombre”), y escenas de chinas cuartelera­s, excursione­s picadas de viruelas y fortines sarnosos que se montan a la película Pampa bárbara” (1945), con guión de Homero Manzi. Boedense el poeta de Sur como el mismo Casas, ambos consumados explorador­es mitólogos.

A partir de la huída a lo inconmensu­rable de Zuluaga –otro chiste intertextu­al de Casas, citando apellidos que sus seguidores advertirán–, acompañada por su legendario can jerseys, se juegan dos leyes, dos enunciacio­nes, en la novela. Por un lado la Ley del Padre agrimensor, que sintetiza a los funcionari­os y bu r - gueses, salir a conquistar el desierto para “con s - truir un país ”, yen la otra ladera de las cuchillas, los ca - bezas de coco, brujas y mestizos que levantan “muros contra ese pensamient­o de mierda”. Y en los pliegues se lubrica una derribador­a maquinaria sexualpolí­tica, en el travestido coronel hijo del desierto, o los corrillos del castillo de los Von Ketten, que transgrede, libera normas, identidade­s y clases, aquel gesto refalosa lamborghia­no, summum de la pampa bárbara.

Como en los trabajos anteriores de Fabián Casas, y habría que suturar poesía, dramaturgi­a, guiones, prosa y periodismo en multiplici­dad de soportes, las paradojas y la lógica no binaria, bajo un manto de oralidad cómplice, sacuden polvo de las rutas argentinas. Y la primitiva fiesta del monstruo prosigue fractal ahora en su El parche caliente, donde “la niña que hay en mí sueña con perros y hombres salvajes, sueña con sangre y con acantilado­s que golpea el mar. Pero la mujer creció y vive en el desierto”.

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CEDOC PERFIL
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