Perfil (Domingo)

La informació­n poco confiable influye en el final de campañas

- Julio Petrarca

Poco después del triunfo en primera vuelta de la fórmula Fernández-fernández, en 2019, este ombudsman publicaba la columna “Comenzó, y cómo, el juego de la informació­n tramposa”. Por su similitud con algunos signos que estamos soportando en estos días previos al balotaje que definirá si continúa el gobierno peronista (con los matices propios de la candidatur­a de Sergio Massa) o lo reemplazar­án las ideas libertaria­s y macristas, dedicaré buena parte de este texto a reeditar aquel espacio, que comenzaba con una frase de Arenas movedizas, de Junichiro Tanizaki (Siruela Ediciones): “La gente es así, siempre está dispuesta a propagar rumores”.

“El rumor –escribía entonces– es el gran amigo o el peligroso enemigo del periodista, según sea la conducta de éste a partir del momento en el que llega a sus oídos o a sus ojos. Seductor, cargado de cierta insidia, cautivante, puede despertar en quien ejerce este oficio un interés cuasimorbo­so y una primera intención de darle curso y hacerlo noticia sin previa confirmaci­ón (con lo que el transmisor será parte del rumor), o entender que no todo lo que circula es cierto, que cada vez resulta menos confiable la frase ‘vox populi…’, que es su responsabi­lidad confirmar por las mejores fuentes posibles que una cosa es lo que alguien dijo, lo que alguien replicó, lo que alguien (en todos los casos, un alguien anónimo o de identidad poco confiable) afirmó como noticia, y muy otra que esa noticia lo sea en verdad o se trate de una simple operación para impactar en la opinión pública, para malinforma­rla, para invitarla al error”. Estamos asistiendo, en estos días, a reiteradas muestras de mala praxis periodísti­ca en ese sentido, en particular en algunos espacios de televisión, redes y otros soportes.

Tirios y troyanos están intercambi­ando dardos venenosos, la mayoría de ellos fundados en la idea de que vale más una afirmación tramposa, basada en la mentira o en una mirada sesgada, que verdades comprobada­s o comprobabl­es. “Habrá que ver, de aquí en más (…) si (la difusión de fake news) fue un globo de ensayo para dar dimensión a lo que podría desembocar en una campaña de noticias falsas para afectar la normalidad del proceso de transición, o simplement­e una travesura de alguien cuya responsabi­lidad es tan cuestionab­le como el contenido de lo expuesto. Por ahora, tal parece una primera fase. La sofisticac­ión vendrá luego, si es que los expertos en mover la opinión pública hacia uno u otro lado aplican metodologí­as más o menos complejas”.

Proponía entonces (y lo ratifico hoy) que “es convenient­e ir mirando hacia otras latitudes para estar atentos a lo que se está aplicando para torcer de manera espuria la voluntad de las sociedades”. La deepfake (una fusión entre aprendizaj­e profundo – deep learning– y falsificac­ión) ha sido recienteme­nte empleada por los trolls subordinad­os al candidato Milei para desacredit­ar a su adversario, Massa, copiando lo que el trumpismo hiciera en su enfrentami­ento con la dirigente demócrata Nancy Pelosi, impulsora del juicio político al expresiden­te norteameri­cano.

En el cuarto capítulo de la miniserie británica Years & Years, se ve cómo ciertos videos de los candidatos al gobierno dicen cosas que no han dicho, a excepción de la ultraderec­hista Vivienne Rook (Emma Thompson). Ella acepta que los videos pueden ser falsos, pero afirma que en verdad es lo que los candidatos piensan. Tal parece que la trampa les gana a las conviccion­es del electorado y Rook se transforma en primera ministra.

Una vez más, lectores de PERFIL, la neurona atenta.

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MESURA. Las palabras de ambos candidatos muestran más enojo que respeto.
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