Perfil (Domingo)

Milei y el alineamien­to a los estados Unidos: ¿una nueva apuesta a las relaciones carnales?

- AGUSTINA BORDIGONI

El presidente electo Javier Milei viajó esta semana a los Estados Unidos. Fue su primer viaje internacio­nal desde el triunfo en el balotaje, lo que parece indicar un nuevo

Al terminar su viaje por los Estados Unidos, el presidente electo, Javier Milei, dijo que “nos convertire­mos en un socio estratégic­o” de ese país. Si hay algo que repitió durante la campaña y mantuvo fue precisamen­te esa idea.

Otra convicción que se mantuvo, y que nunca escondió, es su admiración por el exmandatar­io Carlos Menem. Tanto que en más de una oportunida­d señaló que “fue el mejor presidente de toda la historia”. Hasta ahora, y según lo que se conoce de sus planes a futuro, su política interna se parece al gobierno iniciado en 1989: ajuste fiscal y achicamien­to del Estado.

En el plano internacio­nal, el primer viaje de Milei antes de asumir como mandatario electo también sigue la línea de los 90: su primer destino fue Estados Unidos, país con que el gobierno de Menem había forjado las bautizadas por el canciller Guido Di Tella como “relaciones carnales”. En ese momento, la política exterior argentina estaba estrechame­nte vinculada a lo económico: tanto en la región como con el resto de los países era vista como instrument­o para conseguir apoyos en esa materia.

Esta vez, Argentina necesita aval para enfrentar las negociacio­nes con el FMI y cumplir con los vencimient­os previstos para este año y el próximo. La pregunta que surge es si un alineamien­to automático como el de la década del 90 servirá para cumplir ese cometido y para obtener alguna mejora en otros planos, como el comercial.

Esta semana Javier Milei se reunió con autoridade­s de la Casa Blanca, a quienes les comentó sus planes a partir del 10 de diciembre. Después, el presidente electo volvió a Argentina y dejó a Luis Caputo –confirmado como ministro de Economía– y a Nicolás Posse –futuro jefe de Gabinete– a cargo de las negociacio­nes con el FMI. Según expresó la subdirecto­ra del organismo, Gita Gopinath, en la reunión se discutiero­n

relacionam­iento internacio­nal, comparable al de décadas anteriores. La cuestión económica es central en estas nuevas alianzas, aunque en la práctica una relación

los “complejos desafíos” que enfrenta Argentina, aunque también enfatizó el “compromiso” de trabajar en conjunto.

Si bien hay pocas precisione­s y mucho cambio de rumbo sobre lo que será el próximo gobierno en materia de política exterior, este primer viaje es una gran señal sobre cuáles podrían ser las prioridade­s.

En la década del 90 el contexto internacio­nal era muy diferente: la Guerra Fría dejó un mundo unipolar, en el que el país del norte se erigía como la única potencia, y China no jugaba el rol prepondera­nte que ostenta hoy. El “Consenso de Washington”, la “Iniciativa para las Américas” y la OMC establecie­ron el marco bajo el cual debían ajustarse las políticas de países como Argentina. El esquema de convertibi­lidad en el plano interno requería un constante ingreso externo de dólares, que provenían de los organismos multilater­ales que tenían sus propios condiciona­mientos. La deuda externa, que había crecido seis veces durante la dictadura militar, dio otro gran

más cercana no es garantía de beneficios comerciale­s para Argentina. La negociació­n con el FMI, clave para empezar la nueva gestión el 10 de diciembre.

Milei se reunió con autoridade­s de la Casa Blanca. les comentó sus planes de gobierno

salto: en 1982 era US$ 42 mil millones, y 14 años después superaba los US$ 90 mil millones.

A pesar de la importante participac­ión que tuvo el presidente del FMI, Michel Camdessus, en la aprobación de los préstamos, las relaciones carnales con los Estados Unidos no redundaron en beneficios económicos: la balanza comercial argentina con ese país siguió siendo deficitari­a. Según los datos del Indec, salvo en 1989 y 1990, cuando las exportacio­nes argentinas superaron las importacio­nes, desde 1991 en adelante el déficit fue creciendo de manera constante. Para 1998, Argentina tenía un saldo negativo de 2 mil millones de dólares. En 2001, durante el gobierno de De la Rúa, el apoyo del presidente George Bush fue importante para que Argentina consiguier­a un blindaje por 40 mil millones de dólares, acordados con el FMI.

En cuanto al comercio, el fin de las relaciones carnales –que se manifestó por ejemplo en la falta de apoyo al Plan Colombia, que EE.UU. implementó para intentar terminar con la producción de drogas en ese país–, tampoco cambió el panorama. Las importacio­nes superaron en más de mil millones de dólares a las exportacio­nes. El intercambi­o comercial siguió siendo similar en años posteriore­s, incluso durante los gobiernos de Néstor Kirchner y Cristina Fernández, cuya retórica en política exterior fue mucho más confrontat­iva. En términos comerciale­s el déficit se mantuvo, y llegó a su pico de 5 mil millones de dólares en 2014.

Con respecto a los acuerdos con el FMI, en 2003 Argentina logró un stand-by gracias a la presión que ejerció el Tesoro de los Estados Unidos. Durante el gobierno de Mauricio Macri, con un nuevo acercamien­to hacia la posición estadounid­ense en el mundo, Argentina tomó otro préstamo con el organismo, por US$ 45 mil millones. En 2017 y 2018 el comercio superó los 3 mil millones de dólares de déficit para Argentina. Según los últimos informes del Indec, en septiembre el déficit fue de 224 millones de dólares, mientras en octubre hubo un saldo a favor de Argentina por 47 millones.

Existe una cuestión fundamenta­l de fondo que ni Milei, con un cambio radical en política exterior, podrá cambiar: las economías de ambos países no son complement­arias. A lo largo de la historia, e independie­ntemente del color político del gobierno argentino, EE.UU. utilizó diferentes instrument­os para proteger su economía. Así, en 1867, la ley de Lanas cerró la importacio­nes provenient­es de Argentina; y en 1926 ya se empezaba a prohibir la entrada de carnes frescas o refrigerad­as de regiones con aftosa. Después se aplicaron todo tipo de barreras arancelari­as y no arancelari­as, como los subsidios a los productore­s agropecuar­ios locales.

Teniendo en cuenta esos antecedent­es, no resulta extraño que el gobierno argentino celebrara, en 2018, el primer envío de limones a los Estados Unidos después de 17 años: una restricció­n que el gobierno de Macri logró levantar después de una conversaci­ón con Donald Trump.

La “nueva era” que promete Milei podría variar entre el pragmatism­o (tal como el mismo presidente electo se define) y las relaciones carnales de los 90. Por ahora, sin embargo, todo parece indicar que no es más que otra etapa en la historia de idas y vueltas de una relación diplomátic­a con relativo impacto en lo crediticio y escaso margen de ampliación en lo comercial.

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FOTOS: TWITTER
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CONTACTO. Milei, con sus colaborado­res, en una selfie en Casa Blanca. Abajo, en su almuerzo con Bill Clinton. la
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