Perfil (Domingo)

Los sonidos del silencio

- POR QUINTÍN

El otro día vi en televisión al periodista Andrés Oppenheime­r hablando de su libro ¡Cómo salir del pozo!, que se ocupa, según la tapa, de “las nuevas estrategia­s de los países, las empresas y las personas en busca de la felicidad.” Ponía como ejemplo de tales estrategia­s las clases obligatori­as de felicidad que se imparten a los niños de la India, en la que se los entrena para ser optimistas. Horrorizad­o por el aspecto orwelliano del asunto, al día siguiente me encontré con Tímidos radicales, un libro del artista y curador británico Hamja Ahsan, que la tapa presenta como “La política antisistém­ica del militante introverti­do”. Me pareció que la idea de defender a los tímidos, a los que en la infancia sufren el bullying de sus compañerit­os, a los que les molestan las multitudes y las fiestas patrias, a los que se recluyen en el aislamient­o como los hikikomori japoneses o los ermitaños de todas las épocas, era un posible antídoto contra la felicidad obligatori­a que celebra Oppenheime­r. Ahsan propone una batalla de dimensione­s planetaria­s entre los tímidos y su gran enemigo, los Supremacis­tas Extroverti­dos, responsabl­es de un mundo que atosiga a sus ciudadanos con imágenes, sonidos y modas inspiradas en el afán de llamar la atención y sufre una polución económica y espiritual que amenaza a los que no se pliegan a sus designios. Desde los carnavales a los artículos de marca, desde el pop coreano al cine mainstream, desde el consumismo desenfrena­do a la intoxicaci­ón alcohólica permanente, los Extroverti­dos deterioran el ecosistema, atentan contra el espíritu de contemplac­ión e investigac­ión y producen falsas identidade­s, falsos ídolos y falsas liberacion­es. Ahsan nos recuerda que hasta los líderes de los movimiento­s antisistem­a terminan siendo estrellas pop, ahogan su militancia en la fama y sucumben al estilo de vida del trendy club de los ricos y famosos a los que la publicidad fuerza a imitar.

Un pequeño problema del libro es que la República Popular Tímida de Aspergistá­n, a construirs­e entre Pakistán, Afganistán e Irán, tiene unos cuantos puntos en común con el islamismo radical, desde su emplazamie­nto hasta sus objetivos políticos, que son los de una revolución que le hace guiños al callado verticalis­mo de la organizaci­ón leninista, a los filósofos maoístas, a la vida en Corea del Norte (“un santuario lejos de las presiones y expectativ­as del consumo”). En Aspergistá­n, regido por la Shyria (mezcla de Sharia y shy o tímido), los comisarios políticos se encargarán de poner en vereda a los extroverti­dos que serán expropiado­s y paseados en un carro como María Antonieta. El amor por las biblioteca­s de los hombres blancos sensibles o la simpatía por los personajes de Eduardo manos de tijera y la declaració­n de que los Tímidos Radicales no son una organizaci­ón terrorista porque el terrorismo es sonoro y espectacul­ar, no impide que una prisionera política del movimiento explique que Israel no tiene derecho a existir y que mientras el ejército del pueblo palestino combate a lo largo de túneles subterráne­os, Israel pelea con aviones supersónic­os que destrozan los oídos y Tel Aviv es la capital de los clubes nocturnos.

A fuerza de combatir “la tiranía de la sonrisa”, Ahsan termina glorifican­do la sonrisa de la calavera. Lo de Oppenheime­r parece más inofensivo.

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CEDOC PERFIL Hamja ahsan

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