Una palabra
¡Inmundo! Así es el leproso en el relato bíblico. Asqueroso, repugnante, impuro y sucio son algunos de los sinónimos que proporciona la Real Academia Española. Es que la enfermedad (bacilo de Hansen, tal su nombre “elegante”) puede ser rastreada desde la antigüedad humana. Hoy sabemos que se trata de una patología que afecta a la piel -que pierde sensibilidad-, el tracto respiratorio superior y los ojos. Tiene cura con un tratamiento multimedicamentoso y es poco contagiosa. Nuestro país alcanzó la meta de eliminación de la enfermedad a nivel nacional y cuenta con una red de hospitales públicos que ofrece el tratamiento. Si lo dicho en el párrafo anterior es cierto, ¿por qué encarar este tema en el suplemento? Porque hoy lo más peligroso no es la enfermedad, sino su nombre. Alguien escribió que las bacterias y los virus tienen un por qué, pero no un para qué. Esa misión no viene dada. No son castigos divinos, reparaciones o mensajes de la naturaleza. Sin embargo, la lepra continúa portando un mensaje: para el sentido común se trata de la enfermedad del aislamiento, del silencio, de lo que no se nombra. Por eso, mejor hablar que callar; mejor nombrar que silenciar; mejor integrar que excluir; mejor reparar que romper. Lo dice bien nuestra entrevistada de la contratapa. A ella, que estuvo enferma, le tomamos prestada una frase de su libro sobre el tema: “Es hora de dejar descansar a las palabras y volver a acariciar”. De recuperar la sensibilidad, agregamos. En definitiva, lepra es solo una palabra.