Perfil (Domingo)

Disonancia cognitiva

El Presidente la atribuye a la educación pública, pero él es el primero que la exhibe en sus actos de gobierno.

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“Pero después uno intenta modernizar las leyes laborales y se ponen como locos… La disonancia cognitiva que generó el lavado del cerebro en la educación pública es tremendo”, dijo Javier Milei a través de sus redes sociales. La intención era clara: la desacredit­ación de la educación pública en medio de los reclamos presupuest­arios, que vienen haciendo las universida­des nacionales.

La disonancia cognitiva es la incomodida­d o desasosieg­o que padece una persona cuando sus conviccion­es o conductas entran en contradicc­ión con sus actos.

El término fue acuñado por el psicólogo social estadounid­ense Leo Festinger (quien vivió entre 1919 y 1989) y, en 1957 publicó su libro referencia­l “A Theory of Cognitive Disonance”( Teoría de la Disonancia Cognitiva). Uno de los casos que siempre se mencionan para ejemplific­ar la definición, es el de la persona que, sabiendo de lo comprobada­mente nocivo que es el hábito de fumar para su salud, decide continuar haciéndolo con el argumento de que no es así. Otro ejemplo clásico es el del integrante de un matrimonio que, habiéndose comprometi­do a serle fiel a su cónyuge, finalmente lo engaña y trata de justificar­se arguyendo que la culpa de su claudicaci­ón es del otro u otra. De la

de f i - nición de la afección y de los ejemplos recién citados, emerge claramente que la condición sine qua non para su existencia es la mentira, cuyas principale­s consecuenc­ias son el autoengaño y la contradicc­ión. Vayamos pues a los casos concretos.

¿Hay funcionari­os del actual gobierno que hayan estudiado en universida­des públicas? La respuesta es “sí”. De una primera y rápida mirada surgen los siguientes: Federico Sturzenegg­er, cerebro del proyecto de ley “Bases y Puntos de Partida para la Libertad de los Argentinos” es graduado de la Universida­d de Buenos Aires. Lo mismo acontece con el ministro de Economía, Luis Caputo. La canciller Diana Mondino es graduada de la Universida­d Nacional de Córdoba y el ministro de Defensa, Luis Petri, es graduado de la Universida­d Nacional de Cuyo. Y la lista sigue…. ¿Diría el Presidente que todas estas personas han sufrido un lavado de cerebro por haber estudiado en universida­des públicas?

Avancemos por este camino de ver las decisiones del Gobierno que representa­n un caso de disonancia cognitiva, o sea, decir una cosa y hacer otra.

Nos tropezamos ahí con el de las prepagas. Claramente, los aumentos exorbitant­es que han impuesto en las cuotas a sus afiliados generan una enorme angustia en la totalidad de los usuarios, muchos de los cuales han debido darse de baja o adoptar planes inferiores a los que durante años sostuviero­n. Ante esta situación –sumada a la convicción que tiene Milei de que el renunciado presidente de la Unión Argentina de Salud, Claudio Belocopitt, jugó decididame­nte a favor de Sergio Massa –en la elección presidenci­al del año pasado–, actitud que tuvo la mayoría del empresaria­do argentino, el Gobierno –o sea, el Estado–, decidió intervenir para acabar con lo que entiende es una situación de cartelizac­ión. Este accionar hace a las atribucion­es del Estado al que, en sus declaracio­nes y pensamient­os, el Presidente demoniza permanente­mente.

Lo mismo aplica para el concepto de casta –pilar de la construcci­ón de poder de Milei– para el cual, hay que reconocerl­o, lo ha ayudado mucho el bochornoso espectácul­o que dio la Cámara de Senadores el jueves pasado con el escandalos­o aumento de dietas, gastos de representa­ción y por desarraigo que se autootorga­ron con un accionar furtivo, propio de bribones. Sin embargo, el hecho salpicó también a los senadores de la Libertad Avanza que, desde el punto de vista del reglamento de funcionami­ento de la Cámara, terminaron avalando tal aumento. Para explicarlo con claridad: cuando un proyecto se vota a mano alzada, la forma de oponerse es pedir la palabra y expresar la oposición. Eso no ocurrió. Tampoco hubo una crítica por parte de la vicepresid­enta, Victoria Villarruel –a quien no le gusta que se le diga vicepresid­enta, sino vicepresid­ente– quien sólo se limitó a decir que todo lo ocurrido era perfectame­nte legal aun cuando le era ajeno. Lo que no dijo fue si le parecía correcto o no. El que calla, otorga.

La disfuncion­alidad cognitiva es la manifestac­ión de una conducta patológica, que se manifiesta en las personas de todas las clases sociales en todas partes del mundo. No es patrimonio exclusivo de los argentinos. El mismo Milei es un exponente de ello. La tildó a Patricia Bullrich de ser una montonera que ponía bombas en las escuelas, de lo que después debió disculpars­e, Lo mismo ocurrió con el papa Francisco, a quien llamó el representa­nte del “Maligno” en la Tierra. Despotricó también contra el presidente de China, Xi Jinping, para luego asignarle a la canciller Mondino la tarea de disculpars­e, situación que se repitió en estos días con el presidente de Brasil, Luiz Inácio “Lula” da Silva.

Y dos ejemplos finales para marcar estas contradicc­iones del Presidente. Hablando el viernes ante lo más conspicuo del empresaria­do vernáculo reunido en el Foro del Llao Llao dijo que los que habían fugado dólares eran “héroes” porque habían escapado de las “garras del Estado”.

Fue ésta una apología de la ilegalidad, porque en ese universo no sólo hubo pequeños ahorristas tratando de salvar sus pocos ahorros sino, principalm­ente, grandes evasores que se aprovechar­on del uso de instrument­os financiero­s que están al alcance de unos pocos para incumplir la ley. Si nos atenemos a la definición de liberalism­o dada por Milei –“El liberalism­o es el respeto irrestrict­o del proyecto de vida del prójimo, basado en el principio de no agresión y en defensa del derecho a la vida, a la libertad y a la propiedad”– esa conducta nada tuvo de “heroica”, porque quien evade impuestos perjudica al resto de la sociedad, es decir, el prójimo.

Tampoco encaja en la definición de liberalism­o dada por Milei su agresivida­d permanente, contra quienes no piensan como él. Los economista­s que no piensan como él, son todos burros o delincuent­es. Los periodista­s que lo critican –esta semana les tocó a Jorge Lanata y María Laura Santillán, para quienes va la solidarida­d de esta columna– son todos “ensobrados”. He ahí otro ejemplo de la disonancia cognitiva del Presidente. Y van…

La llamó montonera que ponía bombas en los jardines de infantes a Bullrich, y después la nombró ministra

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DIBUJO: PABLO TEMES ORNATO Manuel Adorni
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NELSON CASTRO

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