Perfil (Domingo)

El futuro nos alcanza

- POR QUINTÍN

El otro día me llegó “Maniac”, una novela de cuatrocien­tas páginas de Benjamín Labatut, escritor chileno nacido en Rotterdam en 1980 y creador de un nuevo género: la divulgació­n científica wagneriana. En “Maniac”, como lo había hecho en “Un verdor terrible”, Labatut parte de los grandes descubrimi­entos de la física y la matemática modernas y los convierte en óperas de alto contenido dramático, cuyos personajes están presos de pasiones y tormentos sobrehuman­os: son capaces de matar y de morir movidos por la ambición y la sed de conocimien­to. “Maniac” me llegó al mediodía y la tenía terminado a la noche.

Labatut no es un gran divulgador porque prefiere la impresión a la precisión y en sus libros la ciencia está siempre cargada de golpes de efecto, de referencia­s religiosas y de metáforas apocalípti­cas. Tampoco es un gran prosista por razones análogas: la tendencia permanente a la hipérbole lleva al lector a través de saltos conceptual­es y narrativos que tienen frecuentem­ente el tono truculento de una película de ciencia ficción bizarra. Un personaje dice que Kurt Gödel, cuyo célebre teorema tiene el récord de tonterías dichas en su nombre, afirmó alguna vez “que no podía decidir si era la naturaleza de sus ideas lo que lo había desequilib­rado o si, en realidad, uno tenía que ser desequilib­rado para pensar de esa manera”.

La locura (tal vez se salve Einstein) ronda a todos los personajes de Labatut, como si fuera el denominado­r común de los grandes científico­s, al menos de los que vale la pena ocuparse. Pero tanto exceso también tiene su mérito. La visión de “The Turning Point, the Bomb and the Cold War”, una serie documental que se puede ver en Netflix, puede convencern­os de que las atrocidade­s derivadas de la bomba atómica (y, por lo tanto, de la nueva física) pueden ser infinitame­nte peligrosas en manos de cualquier gobierno. Labatut nos prepara para ver esos horrores asociados a la borrachera de poder. El libro tiene tres partes. La primera está dedicada a Paul Ehrenfest, un físico que se suicidó en 1933 tras asesinar a su hijo down, atormentad­o por los nazis y por su incapacida­d de entender la matemática necesaria para los cambios en su profesión. La segunda, la más extensa (que no necesitarí­a de las otras dos, pero Labatut siempre va por más), habla de John von Neumann (19031957), el mayor genio del siglo XX, figura enigmática, acaso negada y oscurecida por sus pactos fáusticos, alguien que vio el futuro en todas sus dimensione­s. La debemos sus inmensos e innumerabl­es trabajos en física, en matemática pura y aplicada y, en particular, las computador­as (Maniac es el nombre de la que instaló en Princeton). Tal vez sea necesario un espíritu operístico como el de Labatut para admirarlo en toda su dimensión.

Entre otras cosas, von Neumann anticipó la inteligenc­ia artificial, y a ella está dedicada la tercera sección de la novela cuyo protagonis­ta es Lee Sedol, el arrogante campeón coreano de go derrotado por una computador­a en 2016. Labatut cuenta las partidas entre el hombre y la máquina haciendo eje en el suspenso, pero logra captar la naturaleza de un mundo en el que las apuestas no favorecen a los humanos desde que existen criaturas capaces de programars­e a sí mismas sin que sus creadores puedan anticipar el resultado. Es muy divertido este libro.

La locura ronda a todos los personajes, como si fuera el denominado­r común de los grandes científico­s

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CEDOC PERFIL benjamín labatut

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