Perfil (Sabado)

La nueva fase de la restricció­n externa

- LORENZO SIGAUT GRAVINA // ECOLATINA

Producto de un mayor dinamismo de la actividad este año el déficit industrial y del rojo energético se incrementa­ran en US$ 3.350 millones y US$ 3.750 millones respectiva­mente. Pero gracias a una ampliación del excedente de la agroindust­ria (productos primarios + manufactur­as de origen agropecuar­io) de US$ 4.450 millones, el saldo comercial se ubicará en torno de los US$ 10 mil millones.

Pese a conseguir un superávit de bienes abultado, el déficit de turismo cercano a los US$ 9 mil millones prácticame­nte consume dicho excedente. Si a esto se le suma que tanto el sector público como el privado están cancelando deuda en moneda extranjera sin refinancia­rla, podemos explicar grosso modo la fuerte caída de las reservas del BCRA observada este año.

El problema es que no esperamos un nuevo aumento del saldo de dólares de la agroindust­ria para 2014. De hecho, pese a que aún es muy temprano para estimar las cantidades de la próxima cosecha agrícola, la trayectori­a declinante de los precios internacio­nales hace prever una caída en el excedente de divisas del sector.

La primera conclusión que obtenemos es que si el año que viene el PBI trepa 3% y cae moderadame­nte el ingreso de agrodólare­s, el saldo comercial desaparece. La única forma de preservar el superávit de US$ 10 mil millones es privando al sistema productivo de insumos importados básicos para el crecimient­o (energía y productos industrial­es).

El Ejecutivo puede sacrificar la meta de un saldo de US$ 10 mil millones para no frenar la actividad, pero esto implica ceteris paribus profundiza­r aún más el ritmo de caída de las reservas. De hecho, pese a un elevado superávit comercial, el stock del BCRA desciende más de US$ 10 mil millones en lo que va del año.

Si la pérdida de activos externos del Central se acelera durante 2014 se podría perder la estabilida­d cambiaria. Para evitar este escenario crítico, sería deseable que a fines del año que viene las reservas netas por lo menos supe- ren los fuertes vencimient­os de deuda pública de 2015.

En síntesis, el dilema de 2014 consiste en cómo conseguir divisas y/o moderar la salida de dólares, para poder financiar el crecimient­o de la actividad.

Entre las diversas políticas que se pueden implementa­r destacan: i) Endeudamie­nto externo en sus diversas formas; ii) Moderar el déficit de turismo, y iii) No pagar el Cupón del PBI en 2014.

Respecto del primer punto (i), el Ejecutivo ha dado señales de acercamien­to a los mercados financiero­s. Entre ellas destacan el pago a cinco empresas extranjera­s con sentencias firmes en el Ciadi y Uncitral para destrabar financiami­ento del Banco Mundial; la reapertura del canje y el paso atrás en cuanto al anuncio de cambio de legislació­n de los bonos performing en Nueva York; y un acercamien­to al FMI para evitar sanciones por problemas en las estadístic­as públicas (el IPC Nacional no se confeccion­ará en el edificio del Indec sino en el del Ministerio de Economía).

De todas formas, la estrategia para traer capitales no apela exclusivam­ente a la zanahoria: el BCRA acaba de prohibir el financiami­ento local de grandes empresas exportador­as (léase cereale- ras) para que traigan fondos frescos del exterior y se amplió el uso del Baade para que empresario­s entren dólares declarados al país.

En cuanto al turismo (ii), no sabemos exactament­e qué medida tomará el Gobierno (más impuesto, cupos al gasto en divisas con tarjeta o desdoblami­ento), pero sí que tiene que detener la sangría de divisas por este rubro, puesto que el rojo sectorial podría equiparar este año a todo el superávit comercial. Vale destacar que a diferencia de las trabas a las importacio­nes, el impacto de esas medidas sobre la actividad interna es nulo (podría ser incluso levemente positivo).

Por último (iii), sobreestim­ar el crecimient­o de 2013 como lo viene haciendo el Indec implica que a fines del año que viene tengamos que malgastar divisas por casi US$ 3 mil millones. Decimos malgastar porque bien medida, la actividad no debería gatillar el pago del cupón del PBI. La paradoja es que sólo reflejar la realidad permitiría un mayor crecimient­o en 2014 ya que relajaría un poco la restricció­n externa.

Una vez más en la historia argentina, el nivel de actividad ha pasado a ser una variable que depende fundamenta­lmente de la disponibil­idad de divisas de la economía y, en particular, del excedente de la agroindust­ria. Mencionamo­s alternativ­as para conseguir dólares necesarios para crecer en 2014, pero no discutimos por qué chocamos nuevamente contra la restricció­n externa.

A excepción de la crisis de 2009, los últimos diez años fueron muy favorables para la región y el país en particular. Los términos de intercambi­o alcanzaron niveles récord, la liquidez internacio­nal fue abundante, el crecimient­o de los emergentes y de Sudamérica fue muy elevado y la mayoría de los países de la región acumularon reservas.

Además, tras la reestructu­ración de 2005, la deuda pública dejó de ser una pesada carga para la economía ya que los vencimient­os de capital e intereses –especialme­nte en moneda extranjera– se redujeron sensibleme­nte. Y un tipo de cambio real competitiv­o con estabilida­d de precios garantizab­a un flujo superavita­rio de divisas.

En síntesis, en la última década enfrentamo­s un contexto externo muy favorable, sin el problema estructura­l de la deuda pública y con un modelo económico productivo basado en pilares sólidos.Se suponía que habíamos dejado atrás la restricció­n externa ¿Cómo es posible que haya vuelto?

Unos años atrás la economía argentina crecía a tasas chinas con elevada inversión e inclusión social, baja inflación, había ingreso neto de capitales, el riesgo país igualaba al de Brasil, las estadístic­as públicas reflejaban la realidad y las reservas subían.

No podemos cambiar el pasado, pero hay que asumir que el ocaso de la inversión y el ascenso de la inflación no responde a factores externos, sino a desacertad­as decisiones de política económica que consumiero­n los pilares del modelo productivo y stocks clave en materia de infraestru­ctura, energía y reservas. Si aprendemos de nuestros errores y comprendem­os que la estrategia de implementa­r parches está agotada, será un poco más sencillo resolver los complejos problemas actuales de la economía argentina y se podrá encarar definitiva­mente la postergada agenda del desarrollo.

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