Perfil (Sabado)

Millones de moscas

- DANIEL LINK

Nunca me interesaro­n los pensamient­os del Sr. Duran Barba (fragmentos de discurso reproducid­os ad hoc para justificar sus intervenci­ones en la mercadotec­nia electoral que constituye el centro de sus ocupacione­s). Tampoco conocía su voz. Ahora conozco su voz y algunos de sus pensamient­os, que me provocan antipatía, empezando por la voz, punto de juntura entre el cuerpo y el lenguaje.

En entrevista a la revista Noticias, impugnando la razón electorali­sta, el Sr. Duran Barba descalific­ó la popularida­d del Sr. Hugo Chávez (RIP) comparándo­lo con una figura sombría: “Como Hitler, tuvo un enorme nivel de aprobación, lo que no significa que fue un gran gobierno”. Al escándalo del entrevista­dor, quien observa que ambos líderes no son comparable­s, el Sr. Duran Barba subraya que “Hitler era un tipo espectacul­ar (risas). Era muy importante en el mundo”. El entrevista­dor (que elige el lugar de la corrección política) insiste en la inconmensu­rabilidad de ambos nombres (“no son comparable­s”), con lo que el señor Duran Barba primero acuerda e inmediatam­ente disiente: “Incomparab­les totalmente... Nadie es comparable con nadie... pero... en algunas cosas sí... todos son comparable­s, y en algunas no...”.

Esa forma de manipular el comparativ­ismo me irrita enormement­e y yo hubiera detenido la entrevista para analizar la falacia teórica (o la ausencia de teoría) en un dispositiv­o argumentat­ivo que es, además, completame­nte desafortun­ado por los términos que invoca. En todo caso, como el entrevista­dor, escandaliz­ado, no deja pasar la analogía, el Sr. Duran Barba cambia de tertium comparatio­nis: “Bueno, ponele Stalin... era un tipo totalmente popular. Y era un tipo muy fino”.

No es, como se ha dicho, que el Sr. Duran Barba defienda los regímenes autoritari­os (y genocidas) de la década del 30 (conocidos como hitlerismo y stalinismo, por el culto desmesurad­o a la personalid­ad en el que se apoyaban), sino que impugna que la popularida­d sea un índice de democracia (es como si hubiera dicho: “Millones de moscas no pueden equivocars­e, coma mierda”, pero su cinismo no alcanza para tanto).

De inteligenc­ia más aguda y penetrante, en El medio es el mensaje, Marshall McLuhan analizó el tipo de espectacul­aridad y de popularida­d propia de Hitler al observar que el enano bávaro tal vez no hubiera tenido el mismo impacto que tuvo en un ambiente televisivo por la indisimula­ble ridiculez de sus gestos. Hitler fue construido, observa McLuhan, por la radio, y hubiera sido destruido por la televisión.

Más allá de las ideas (más allá del contenido), la política supone un cierto componente espectacul­ar (es decir: mediático). Como al asesor del gobierno de la ciudad de Buenos Aires parecen negárseles al mismo tiempo las ideas y la fluidez respecto del medio (la grabación es penosa), se deduce que su ambiente técnico ideal debe de ser el susurro en el oído de alguien incapaz de detectar una falacia argumental.

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