El marketing del cambio
Desde hace un tiempo, en especial desde el resultado electoral de las PASO de agosto, hemos tratado de explicar desde estas páginas por qué al kirchnerismo no hay que darlo por muerto, políticamente hablando. Pese a lo que nos quieren hacer creer los ultra K o anti K, eso no es bueno o malo per sé. Tratar de entender los procesos políticos y sociales desde la lógica binaria no sólo responde más a deseos e intereses, también lleva a análisis incompletos y sesgados.
Esta semana, el kirchnerismo –que a fin de cuentas no deja de ser la expresión actual del peronismo– ha vuelto a dar muestras de su capacidad para intentar transformarse en algo distinto. Se sabe, esa es la tradicional fórmula peronista para conquistar, ejercer o mantener el poder.
Cristina, la que iba a volver a media máquina o acaso no iba a volver nunca según la mitología opositora, tiró por la ventana lo que creyó que era necesario para cambiar de imagen. Tres de sus más fieles escuderos vieron rodar sus cabezas sin mayores explicaciones ni preámbulos: Juan Manuel Abal Medina, Mercedes Marcó del Pont y Guillermo Moreno. Cuesta hasta poner en esa foto de salida a Hernán Lorenzino. No puede salir de foco lo que nunca estuvo.
Las primeras señales presidenciales en el regreso fueron claras. En el video casero made in Florencia (justo cuando trascendió el contrato directo con la productora de TV que la sigue a todos lados) parecía una reina, ocupada de ella y de sus circunstancias, no de los problemas de la gestión. Las novedades las daría horas después su vocero.
En su vuelta a la Casa Rosada, lo mismo. Nada de embarrarse, para eso ahora hay otros. Pero en los discursos no pudo con su genio y verbalizó su pragmatismo, a partir de defender la idea de asociarse con quien fuera necesario y de no tener anteojeras. Volvió a flirtear así con la máxima de su difunto esposo (“No escuchen lo que digo, miren lo que hago”). Otra vez, peronismo puro.
En ese sentido puede entenderse también por qué se difundió como única actividad extraministerial de CFK haber recibido en Olivos a Martín Sabbatella, su soldado anti Clarín.
Conviene igual no dejarse arriar por las apariencias, que a veces engañan. Moreno cayó, pero siguen en el frente de batalla otros capitanes del sistema que supuestamente se quiere modificar. Y es cierto que ahora empezó a haber conferencias de prensa, tanto como los reservados llamados oficiales cuasi intimidator ios a líderes empresariales para que digan en público lo bueno que será para el país esta reforma ministerial. Varios accedieron hasta con gusto. Hay cosas que nunca cambian.