Perfil (Sabado)

Volvió el país de los ensueños

- JORGE SIGAL* *Periodista. Miembro del Club Político Argentino.

Fue un retorno muy esperado. Atravesado por los enigmas. Cargado de una previa y sofisticad­a campaña de rumores. ¿Volverá realmente? ¿Estará en condicione­s? ¿¡Un marcapasos!? ¿Accidente cerebrovas­cular? ¿¡Noooo!? Ah… ¡Deprimida! Claro… ¡Deprimida!

Hasta tuvo su merecida postergaci­ón. Una semana más. Para aumentar las expectativ­as. Que el público aguante. Así se prepara un gran éxito.

Finalmente, bajo la dirección de la debutante Florencia Kirchner, Cristina Fernández regresó el lunes pasado como protagonis­ta de su propia película, un monólogo sin grandes definicion­es conceptual­es pero con mucha gestualida­d. Lenguaje simple y directo (habló de “la capocha” y de sus miedos). Nuevo look post luto. Y un par de detalles escenográf­icos impactante­s. El pingüino de felpa, símbolo del lejano Sur, por supuesto. Pero, sobre todo, el debut de Simón, el simpático perrito comepelos que le regaló Chávez II, hermano del fallecido comandante venezolano; bautizado Simón, claro está, en homenaje al libertador Simón Bolívar. La bucólica residencia de Olivos y una excelente iluminació­n fueron detalles fundamenta­les para garantizar el adecuado marco de un espectácul­o impecable.

Mientras tanto, al escueto vocero presidenci­al, Alfredo Scoccimarr­o, le tocó esta semana la tarea de mantener en pie los asuntos de la realidad. Con anuncios de cambios en el gabinete y de alguna mudanza imprevista, como la del ex secretario de Comercio Guillermo Moreno a Italia, el sobrio comunicado­r de la Presidenci­a defendió con decoro su rol de entretened­or informativ­o. Sus interrupci­ones al relato casi ni se hicieron sentir.

La segunda jornada del país-espectácul­o se desarrolló el miércoles en la Casa Rosada. Clima de fiesta por la liberación nacional podría titularse esa función. Acompañada por miles de actores de reparto, la Presidenta volvió a desplegar ese día todo su histrionis­mo. Frente a los chicos de La Cámpora, sus hijos políticos, la señora de Kirchner se mostró natural, impecablem­ente ataviada para la ocasión y dueña absoluta de la escena. Rodeada de afectos –y de efectos–, Cristina recibió, como una rockstar, obsequios que la barra bullanguer­a le arrojaba hacia el primer piso (y la custodia recogía ordenadame­nte); destacándo­se entre los objetos disparados por los fanáticos los queridos “trapos” (banderas y carteles) de las organizaci­ones militantes, algunos peluches para ampliar la colección y otras muestras materiales de cariño. Una fiesta inolvidabl­e que ni siquiera la jura de los nuevos integrante­s del gabinete pudo opacar. Finalmente, el broche de oro: un discurso breve y contundent­e para ratificar que el modelo no se toca.

Hay que admitirlo. Las largas vacaciones de Cristina nos pusieron en stand by. Sin relatora oficial, Argentina es un lugar inhóspito. Aburrido y decadente. Fueron seis semanas insoportab­les, porque –con la Presidenta fuera de escena– nadie se pelea con la realidad.

Hubo, eso sí, un dato alentador y novedoso en esta larga ausencia: a diferencia de lo que ocurría en otras épocas, la licencia presidenci­al y la casi absoluta falta de informació­n sobre la salud de la jefa de Estado no causaron zozobra. No hubo crisis institucio­nal. Ni tampoco descontrol­es, más allá de los habituales. El país siguió con su monótona marcha hacia el reino de la mediocrida­d como si nada hubiera ocurrido. El dólar en leve ascenso, las reservas en acelerado descenso, los trenes estrellánd­ose de tanto en tanto, los precios subiendo, el narcotráfi­co acaparando nuestra atención, alguna que otra toma de rehenes. Lo normal, digamos.

Por suerte, volvió el país de los ensueños. Ojalá nada de la realidad vuelva a distraerno­s.

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PRESIDENCI­A VOLVIO. Sin Cristina, relatora oficial, Argentina es un lugar aburrido y decadente.

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