Perfil (Sabado)

Cambios: llegando a 2015

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El nuevo equilibrio político. La última semana ha sido muy rica en acontecimi­entos políticos que definitiva­mente van a influir en la evolución económica de los próximos dos años.

Por un lado, muy inteligent­emente, la Presidenta ha decidido ceder espacios importante­s de poder al nombrar como nuevo jefe de Gabinete a Jorge Capitanich, que tiene peso propio, tanto por su personalid­ad como por sus antecedent­es políticos y de gestión. Capitanich no va a ser un secretario privado; va a ser un primer ministro con aspiracion­es presidenci­ales en 2015. Está ahí para administra­r el país, como lo prevé la Constituci­ón, en esta complicada transición política hasta el fin del mandato de la Presidenta. Y tiene que hacerlo bien, para preservar sus aspiracion­es políticas.

De esta manera la Presidenta desinfla los rumores que habían surgido después de la derrota del 27 de octubre, y de sus inconvenie­ntes de salud. Ya sea por una cuestión o la otra, Fernández de Kirchner parecía destinada a conducir dos años desde la debilidad, y con este nombramien­to logra el apoyo del Partido Justiciali­sta y de los gobernador­es.

Por otro lado, con el encumbrami­ento de Axel Kicillof en la gestión económica, logra preservar su capital político, en vistas a 2017 y a 2019. El núcleo duro del kirchneris­mo, liderado además de Cristina por Zannini, Parrilli y su hijo Máximo con el apoyo militante de La Cámpora, representa no menos del 15% del electorado, y quizás hasta el 20%. Con ese caudal tiene derecho a pensarse como un actor importante en el futuro político argentino, segurament­e caracteriz­ado por la fragmentac­ión del peronismo.

Con Axel Kicillof quedan preservado­s “el relato”, las banderas setentista­s y los gestos, sin que ello implique arriesgar la transición, que dependerá de la gestión de Jorge Capitanich. El nuevo ministro aparece como un ganador ante sus pares de antes, hoy ex funcionari­os, pero ahora tiene en Capitanich un jefe institucio­nal, con claros conceptos de economía, que va a limitar el alcance de sus sueños anticapita­listas, y el consecuent­e daño en el clima de negocios si pretendier­a implementa­rlos. La agenda económica de estos dos años. Como siempre, hay temas importante­s y otros urgentes.

Entre los importante­s se destaca la necesidad de reimpulsar la inversión privada productiva, que viene muy golpeada en los últimos años, por diversas razones que incluyen el cepo cambiario, la falta de competitiv­idad por la apreciació­n del peso, la presión tributaria, la inflación y los controles de precios, y la mayor injerencia del Estado en la vida empresaria­l. Todos estos factores explican la menor disposició­n de argentinos y extranjero­s a realizar inversione­s productiva­s en el país. Sólo unos pocos audaces se animan a hacer inversione­s especulati­vas, apostando a que tendremos una conducción económica sensata a más tardar en 2015.

Todos estos temas son conocidos por el ex gobernador Capitanich, al que le tocó conducir una provincia ganadera y crecientem­ente agrícola como el Chaco. Conoce también las dificultad­es de las economías regionales del norte del país, ya sean éstas cítricas, yerbateras, forestales, vitiviníco­las, arroceras, aceiteras, además de las típicas agropecuar­ias como la ganadería, la agricultur­a y la lechería. Conoce también las dificultad­es de las industrias vinculadas al procesamie­nto de las materias primas que se producen en esas provincias, hoy devastadas por el atraso cambiario y los altos impuestos.

Y conoce también las consecuenc­ias fiscales de un gobierno federal que ha asfixiado a las provincias, coparticip­ando menos de la mitad de lo que fue el promedio en las décadas anteriores, y que ha obligado a los gobernador­es e intendente­s a incrementa­r la presión tributaria con nuevos impuestos provincial­es y municipale­s.

Esperemos que también sea consciente de la realidad social del norte del país, y no se crea las recientes estadístic­as del Indec que dan cuenta de que la indigencia en el Noreste alcanza a sólo el 1,7% de las personas y al 1,9% de los hogares. Cualquiera que se aleje de Resistenci­a puede comprobar visualment­e que la realidad es, por lo menos, diez veces peor. La pobreza sigue siendo un problema estructura­l en nuestro país, y los paliativos utilizados en algunos casos sólo han logrado de-

bilitar la cultura del trabajo. Creer que se puede comer con 6 pesos por día es una insostenib­le broma de mal gusto inventada por el Indec.

La frustració­n social es un campo fértil para el narcotráfi­co, que sigue creciendo en nuestro país, y constituye un verdadero flagelo que compromete el futuro de toda la juventud. También compromete el funcionami­ento de la república.

La cuestión cambiaria.

Mucho menos importante, pero más urgente, es la pérdida permanente de reservas en el Banco Central, que se aproxima a los 1.000 millones mensuales, y que podría llevarnos a una crisis de confianza, con repercusio­nes recesivas e inflaciona­rias, si se mantiene muchos meses más. El Gobierno, como le gusta decir al diputado Heller, “no es un coleccioni­sta de reservas”, pero actúa como si lo fuera poniendo todo tipo de trabas a los que quieren comprar dólares por cualquier motivo, y demostrand­o una total incapacida­d de generar confianza en su política cambiaria.

Sostengo que no es importante, porque se solucionar­ía fácilmente si el Gobierno dejara de ignorar la realidad: que los argentinos creen, equivocado­s o no, que el dólar vale alrededor de 10 pesos. Y que si vale 10 pesos, y un auto alemán de lujo se consigue en $ 250 mil, el auto sale 25 mil dólares, casi lo mismo que en Alemania. Y de la misma manera muchos argentinos llegan a la conclusión de que todo lo que pueden comprar en el exterior, con el dólar oficial a$6, oa $ 7 con tarjeta, resulta barato.

Es muy difícil combatir esta situación con más controles o nuevos impuestos, ya que eso confirma que los dólares son escasos, y que el Gobierno tiene una gran necesidad de ellos, lo que los hace más valiosos. En cambio, si se animaran a liberar el tipo de cambio para transaccio­nes turísticas y financiera­s podrían revertir la presente salida de dólares, logrando simultánea­mente aumentar las reservas y reducir la brecha cambiaria a valores más razonables. A un tipo de cambio libre vendrían las inversione­s extranjera­s en petróleo y minería (no menos de US$ 50 mil millones en cuatro años) y cientos de miles de argentinos venderían una parte de sus dólares legalmente comprados y declarados para invertir en el país.

Si el tipo de cambio libre se acercase al oficial, desaparece­ría el subsidio a los viajes al exterior y se “abarataría” la Argentina para los turistas extranjero­s, que casi exclusivam­ente usan tarjetas de crédito para sus gastos. Esto permitiría revertir los 800 millones de déficit turístico, y volver al superávit que teníamos hasta que se impusiera el cepo a fines de 2011.

También hay que animarse a redu- cir impuestos, desde el IVA hasta las retencione­s, y cubrir el bache fiscal con endeudamie­nto externo, que, haciendo un par de cosas, sería accesible a tasas muy razonables. No hay que caer en el culto del desendeuda­miento; muchas veces es preferible endeudarse antes que asfixiar con impuestos la actividad productiva, o debilitar los equilibrio­s monetarios y cambiarios. Así lo demuestran dirigentes de izquierda como Morales, Mujica, y Rousseff.

Si el Gobierno desde 2007 hubiera colocado nueva deuda externa para cubrir el déficit fiscal y los vencimient­os de deuda hoy tendríamos aproximada­mente 50 mil millones de dólares más de reservas, con la misma oferta monetaria, lo que hubiera tranquiliz­ado a los mercados, y no hubiera sido necesario poner el cepo cambiario, tan dañino para el funcionami­ento comercial y las expectativ­as inflaciona­rias. Y el nivel de deuda externa pública con privados seguiría siendo muy bajo.

Esperemos entonces que el sentido común y la aceptación de la realidad nos permitan llegar a 2015 en mejores condicione­s económicas, para definir entonces la clase de gobierno que los argentinos nos merecemos.

Para entonces, los populismos habrán fracasado.

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JAVIER GONZALEZ FRAGA
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PABLO SENAREGA INDEC. “Creer que se puede comer con $ 6 por día es una insostenib­le broma.”

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