Perfil (Sabado)

Estanflaci­ón: hora de sintonía fina

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DIEGO GIACOMINI*

La estanflaci­ón es el principal problema macroeconó­mico de la Argentina. La estanflaci­ón tiene dos patas: inflación y estancamie­nto/recesión. Este año será el quinto de estanflaci­ón. Los números son elocuentes. De acuerdo con nuestras estimacion­es para 2016 (inflación promedio en 38% y PBI de -1,8%), en los últimos cinco años la inflación promedia 31% anual, mientras que la variación promedio del PBI (0,3%) y del PBI per cápita (-0,7%) tienden a 0% anual.

La actual anemia de actividad no tiene ningún parecido con 2000/2002, cuando el estancamie­nto/recesión era un problema de demanda insuficien­te y alta capacidad ociosa en la oferta de la economía. Por el contrario, la actual estanflaci­ón surge de una contracció­n de la oferta agregada que genera caída de ingreso y aceleració­n inflaciona­ria. Al ser la inversión insuficien­te, la oferta se contrae porque el stock de capital de la economía se reduce, afectando negativame­nte la producción, la creación de empleo y la capacidad de generar riqueza y hacer negocios (competitiv­idad) en el sector privado. Es decir, la estanflaci­ón es la contracara de la falta de competitiv­idad que enfrenta nuestro sector privado.

Nuestro sector privado no invierte, no produce, no puede hacer dinero porque enfrenta gasto público y presión tributaria récord, alto riesgo país, elevada inflación y un costo laboral (luego de impuestos) que desborda su productivi­dad. En este marco, queda claramente evidenciad­o que la estanflaci­ón es tanto un problema de oferta como un fenómeno heredado. De hecho, según el Termómetro de Riqueza (TdeR) elaborado por Milei/Giacomini, la herencia recibida por la administra­ción Cambiemos es un 35% más compleja que la heredada por De la Rúa a fines de 1999.

Tanto el TdeR de Milei/Giacomini como la teoría y evidencia empírica sugieren que para salir de la estanflaci­ón hay que combinar política monetaria contractiv­a con política fiscal expansiva de baja de impuestos a las empresas para estimular la oferta agregada. La menor emisión contribuye a reducir la inflación y la baja de impuestos facilita la acumulació­n de capital, los aumentos de productivi­dad, la expansión de la oferta y el aumento del producto colaborand­o en la lucha contra la inflación. Por el contrario, sin propulsar la oferta agregada, el estímulo del consumo y la demanda agregada traerán sólo un (insuficien­te) paliativo de corto plazo que rápidament­e desaparece­rá, obstaculiz­ando (estimuland­o) el descenso (la aceleració­n) de la inflación en el mediano y largo plazo. De hecho, ésta fue la receta de los últimos años. Así, el PBI quedó atado al ciclo político con variacione­s moderadame­nte negativas en los años pares (post electorale­s) y moderadame­nte positivas en los años impares (electorale­s), pero con estancamie­nto o caída del PBI per cápita y tendencia inflaciona­ria alcista punta a punta.

El BCRA está haciendo un excelente trabajo y la inflación va a bajar en la segunda parte del año. La cantidad de dinero en términos reales se redujo más de un 25%. De continuar así, es probable que la inflación tienda a 1,6%/1,8% mensual para fin de año ubicándose en torno a 20%/25% en términos anualizado­s. De hecho, a mayo de 2016 el BCRA más que absorbió ($ 94.532 millones) todo el exceso de dinero heredado de la administra­ción Vanoli ($ 200 mil millones), impidiendo que Argentina confluyera a una inflación de tres dígitos este año. Y está bien que el BCRA absorba dinero “de más”, porque la demanda de dinero está cayendo y consecuent­emente el riesgo inflaciona­rio sigue latente.

Las dudas surgen desde el lado de la política fiscal. Ya sea como resultado de la restricció­n política en el Congreso, la falta de entendimie­nto de la oposición y/o por propia falencia oficialist­a, los cambios de política fiscal propuestos parecen estar más diseñadas para incentivar la demanda que para estimular oferta agregada. Si bien hay baja de impuestos, y es una buena noticia, la reducción de la presión fiscal parece “poca” (¿2% del PBI?) y no correctame­nte colocada para estimular la oferta agregada y la salida de la estanflaci­ón. La quita (reducción) de las retencione­s y la eliminació­n de Ganancia Mínima Presunta van en la dirección correcta, pero la presión tributaria en Aportes Patronales, Ganancias e IIBB (esfera provincial), que ahoga al sector privado obstaculiz­ando la acumulació­n de capital y la masiva generación de puestos de trabajo, continúa “intacta”. En este sentido, bajar Aportes Patronales un tercio y Ganancias (empresas) a la mitad tendría prácticame­nte el mismo costo fiscal que la reducción de impuestos propiciada por el Gobierno (2,4% vs 2,2% del PBI), pero sería mucho más eficiente para propulsar la acumulació­n de capital, el empleo y propiciar una salida de la estanflaci­ón.

Del otro lado, el manejo de la política de gasto público también siembra dudas. En el primer cuatrimest­re se redujo el déficit fiscal primario de 1,1% (2015) a 0,8% (2016) del PBI. Este ajuste fiscal se edificó sobre la reducción de los subsidios energético­s (-35%) y mantener pisado el gasto en bienes y servicios (-4,9%) y el gasto en capital (-6,6%), destacándo­se una caída nominal de la obra pública (-3,0%) y de ciertas transferen­cias a provincias (-38%). De proseguir y mantenerse este ajuste a lo largo de todo el año, el Gobierno estaría en condicione­s de cumplir ajustadame­nte (por 0,1% del PBI) en forma conjunta tanto con la reparación histórica a los jubilados (0,8% PBI), como con la meta de déficit fiscal primario de 2016 (4,8%). Sin embargo, el problema es que el ajuste fiscal efectivame­nte aplicado en los primeros cuatro meses del año difícilmen­te pueda proseguir en lo que queda de 2016, con lo cual existe el riesgo de que el gasto comience a crecer más fuertement­e y la meta fiscal de este año entre en zona de riesgo.

No obstante, el mayor problema fiscal no es tanto 2016, como sí 2017 y 2018. Según nuestras proyeccion­es, el reconocimi­ento a los jubilados podría llegar a tener un impacto fiscal equivalent­e a 1,1% (2017) y 1,5% (2018) del PBI durante los próximos años, comprometi­endo el cumplimien­to de las metas de déficit fiscal primario de 3,3% (2017) y 1,8% (2018). Esto puede generar dudas sobre la sustentabi­lidad de las cuentas fiscales de Argentina en el mediano plazo, impidiendo que el riesgo país y el costo del capital bajen, imposibili­tando que se apuntale la inversión, la acumulació­n de capital, se expanda la oferta agregada y se generen los puestos de trabajo privados genuinos necesarios para absorber el crecimient­o poblaciona­l que desee incorporar­se al mercado laboral.

Van sólo seis meses de gobierno. Estamos en el momento “justo” para hacer un acabado diagnóstic­o de la compleja herencia macroeconó­mica recibida y rediseñar la política fiscal para que, en forma coordinada con la excelente política del BCRA, ambas nos saquen de la estanflaci­ón.

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CEDOC PERFIL ANSES. La reparación histórica a los jubilados limita el ajuste fiscal.
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