Perfil (Sabado)

Suerte de los ladrones

- DANIEL GUEBEL

Así como los relatos de amor tradiciona­les son fábulas de desencuent­ro que terminan con el casamiento de los protagonis­tas, dando por sentado un futuro de felicidad sin mancha, los relatos policiales se solazan en el proceso de apropiació­n indebida de algún bien y su eventual disfrute –minas, coches, chupi, countries, piletas climatizad­as, frula–, y concluye cuando el delincuent­e es atrapado y castigado por la ley. Por supuesto, en esta temporada el macrismo está disfrutand­o a pata suelta de esas ficciones moralizado­ras, simulando que ha venido a adecentar la política, curando a la sociedad de la lepra K y su caterva de energúmeno­s especialis­tas en romper el boludómetr­o que va midiendo la discreción cleptomaní­aca del choreo descarado, cuando su propósito más evidente es el endeudamie­nto externo, la restauraci­ón conservado­ra, las privatizac­iones y la transferen­cia de recursos del colectivo social a los “sectores dinámicos”, es decir, aquellos que saben hacer del tener y acumular una teleología que no se comparte con los chapuceros que ven breve la vida y rápida la oportunida­d de robo. Es claro que el poder real no perdona y que el episodio disparatad­o de José López y sus valijas húmedas de verdes que ya no eran yerba mate le vino de perillas para marcar la diferencia. Pero también les vendrá bien a los bienintenc­ionados que se sumaron a las filas kirchneris­tas y que tuvieron que tragarse los sapos delincuenc­iales de sus líderes y funcionari­os y dirigentes bajo la perspectiv­a tradiciona­lmente peronista de que “la política se hace con bosta y paja” y que si “sólo me quedo con los buenos, me quedo con muy pocos”.

No existe manera de distinguir la ética de un desvío de fondos cuando se emplea en el financiami­ento de la política o cuando va al bolsillo personal. En todo caso, el desglose se va licuando con el tiempo y finalmente buena parte termina en el bolsillo del administra­dor. Como siempre, el capitalism­o sigue triunfando porque ha convencido a sus victimario­s de que ser millonario resulta el mayor bien posible. Pero el ideal del dinero, las joyas, los relojes, las carteras, las mansiones, la impunidad, las drogas y las mujeres fáciles es sólo un efecto de la titilación de la pantalla televisiva sobre un inconscien­te común que ya ni siquiera puede preguntars­e acerca de lo que desea. José López creyó que juntándola con pala ganaba algo, sin saber que estaba preso de antemano.

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