Perfil (Sabado)

“Los gestos de Francisco repercuten distinto en Argentina”

Desde que Bergoglio fue ungido, el diputado y dirigente social lo visita cada cuatro meses. La falta de diálogo ente Gobierno y oposición, dice, es su mayor preocupaci­ón.

- AGUSTIN GALLARDO

“Y bueno, algún defecto tengo que tener”, dice apagando el último de los varios cigarrillo­s que fumará. Sobre las paredes de su despacho de la Legislatur­a, en medio del aire viciado por el humo, reposan cinco cuadros donde se lo ve con el papa Francisco. A Gustavo Vera, el legislador porteño que comenzó su campaña contra el trabajo esclavo –primero desde las emergentes asambleas barriales de 2001 y luego a través de La Alameda, la ONG con la que denunció a marcas importante­s por tener talleres clandestin­os–, se le ilumina la cara cuando se le pregunta quién es el Papa para él. “Un amigo”, dice con mirada cansada, al terminar una agitada sesión en la Legislatur­a porteña.

“Nueve años ya –rememora solo–. Alguna vez un periodista se preguntó qué tenía que ver La Alameda, que viene de una asamblea barrial con orígenes de izquierda, con un sacerdote como Bergoglio. En el submundo, decía, está la respuesta. Donde no hay Estado, donde la gente está sometida al descarte absoluto, donde hay aún cultura de la esclavitud, ahí nos encontramo­s con Jorge”.

Vera cuenta que viaja cada cuatro meses a verlo al Vaticano, y que se manda mails o habla por teléfono más de una vez a la semana.

—¿Cómo se financian esos viajes?

—A veces me invita el Vaticano. Otras, la Legislatur­a tiene un fondo donde te pagan el viaje y te dan el viático. La mayoría lo devuelvo porque duermo en Santa Marta; almuerzo y ceno con Francisco y no gasto nada.

—¿Es cierto que dona su sueldo como legislador?

—Sí, está en las actas. Entre 31 y 32 mil pesos… —¿De qué vive entonces? —Con el salario de un director de escuela. Soy maestro de grado, pero propuse en la Legislatur­a que todos los legislador­es ganen ese equivalent­e. Son 27 mil pesos aproximada­mente. Después ayudo mucho a mi vieja y alquilo. Ya me investigar­on Stiuso y Posino, no encontraro­n nada, estoy tranquilo (risas).

—¿Se imaginó alguna vez que con sus denuncias de trata y trabajo esclavo podía poner en el ojo de la tormenta a grandes marcas, incluso, a Awada y Cheeky, cercanos en este momento con la primera dama?

—No, pensamos lo que los medios de comunicaci­ón nos habían enseñado, que los talleres clandestin­os eran una cuestión marginal de La Salada, la ropa trucha, y nunca

“Han instalado que Fracnisco recibió a más kirchneris­tas que macristas, y no es cierto .”

supimos que se estaba reconstruy­endo el sistema de la indumentar­ia luego de la crisis de 2001 con las principale­s marcas y en base a la trata y la explotació­n. Un ejemplo: la segunda causa que tomamos fue cuando un obrero que se había escapado de un taller de la calle Tilcara, en Pompeya. El hombre trabajaba para Graciela Naum, en la época que ella era la diseñadora de Máxima Zorreguiet­a.

—Ahora, teniendo la cercanía del Gobierno, piensa que la familia Awada tiene “vía libre” para trabajar de la forma que se le ocurra?

—( Hace un silencio.) En Capital no tanto, pero en la provincia (de Buenos Aires) tal vez sí. Obviamente deben estar tomando todos los recaudos.

—Varios de sus detractore­s afirman que sus denuncias quedan en la nada o no llegan a una sentencia firme. ¿Qué pasó con la causa de Cheeky? ¿Se pudo determinar que había talleres con trabajo esclavo?

—La denuncia contra Cheeky la tuvo Montenegro. Nosotros no éramos querellant­es porque no nos daban la personería jurídica de la fundación. Hicimos la denuncia en 2007 pero recién con la personería en 2010 pudimos querellar. En 2007, Montenegro siendo juez

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NESTOR GRASSI MENSAJE. “El Papa a veces no entiende cómo hay interpreta­ciones paranoicas y rebuscadas”, dice.

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