Perfil (Sabado)

Un gobierno radical, jaqueado por la salvaje interna peronista

El peronismo fue el eje de la turbulenci­a que enfrentó Arturo Illia durante su gobierno. Augusto Timoteo Vandor, que soñaba con un "peronismo sin Perón", ayudó a construir el clima para el golpe militar.

- CECILIA BORSCAK*

La presidenci­a del doctor Illia tiene muchas singularid­ades. Una de las más llamativas es que en un país tan personalis­ta y presidenci­alista como la Argentina, los hechos más resonantes del gobierno no tienen por protagonis­ta al primer mandatario. La permanente presión del general Onganía como el hombre fuerte de las Fuerzas Armadas, Perón que desde el exilio tiene una presencia más contundent­e que en años anteriores o incluso una acción muy combativa de parte de la CGT. Todos son actores princi- pales de un gobierno donde el presidente pareció ejercer un papel secundario.

Mucho contribuye­ron los medios de comunicaci­ón en desdibujar a Illia, un hombre que en realidad estabilizó la economía y la desarrolló, que tuvo logros diplomátic­os con respecto a las islas Malvinas y que incluso trató de normalizar la situación política. Todos contribuye­ron al descrédito del presidente y de la propia democracia. Aquí nos ocuparemos de analizar el rol que tuvieron los gremios y el propio Perón en esa puja de poder. El plan de lucha. Las elecciones de 1963, que consagraro­n presidente de los argentinos a Arturo Illia, mostraron el inicio de una fisura dentro del movimiento peronista. A pesar de que Perón desde el exilio había pedido a sus seguidores que votaran en blanco en dichas elecciones, como respuesta a la prohibició­n de presentar un candidato presidenci­al, grupos pertenecie­ntes al neoperonis­mo y vinculados a la CGT hicieron efectivo su voto e incluso presentaro­n candidatos a legislador­es y gobernador­es. De este modo, Illia gobernó con presencia peronista en el Congreso.

Era difícil desde el exilio mantener la cohesión de un movimiento heterogéne­o como el peronista. Perón lo sabía e Illia podría haber capitaliza­do esa división pactando con alguno de los sectores. Pero el presidente, fiel a la histórica intransige­ncia radical, no estaba dispuesto a negociar o hacer alianzas fuera de su partido, de modo que no pudo ser más que un observador privilegia­do de las pujas de poder peronista que, a su pesar, diezmaban la autoridad y el poder del gobierno.

En aquellos años, el hombre fuerte del sindicato fuerte, la UOM, era Augusto Vandor. Este caudillo gremial controlaba las 62 Organizaci­ones, agrupación de los sindicatos peronistas, que a su vez controlaba la CGT. Y aunque Vandor no era su secretario general, su poder y capacidad de acción eran enormes. Ese poder lo llevó a negociar con la dirigencia política, con la patronal y con el propio Perón. Vandor, “el Lobo”, se animaría a mostrar el poder obrero, al mismo tiempo que osaría disputar a Perón la conducción del movimiento.

La primera acción concreta de la CGT contra el gobierno de Illia ocurrió al poco tiempo de asumir el mando. Se lanzó un duro “plan de lucha” entre los meses de mayo y junio de 1964. Millones de trabajador­es

Illia estabilizó y desarrolló la economía, tuvo logros diplomátic­os respecto a las Malvinas y trató de normalizar la situación política

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FOTOS: CEDOC PERFIL
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ENFRENTADO­S. José Alonso, "leal" al líder en el exilio. Augusto Vandor, líder del "neoperonis­mo". Una lucha intestina opositora que desestabil­izó al gobierno de Arturo Illia.
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