Perfil (Sabado)

La teoría delos dos demonios y la corrupción

- JORGE FONTEVECCH­IA

“Corrupto” es un adjetivo que no califica la misma práctica en toda época. La tecnología ayuda a educar a la sociedad las responsabi­lidades no sólo al gobierno K (el Estado entre 2003 y 2015) sino esencialme­nte a los privados como “agentes corruptore­s”.

Algo ya se había insinuado con la mención recurrente de Lázaro Báez al primo de Macri, Angelo Calcaterra, dueño de la constructo­ra Iecsa, contratist­a de obra pública en la era K. Y también antes de irse del gobierno, en agosto de 2015, cuando De Vido difundió la lista de las principale­s empresas de obra pública y, junto con Iecsa, mostró en los primeros puestos a Techint, Corporació­n América, Odebrecht, Cartellone, Rovella Carranza y Roggio, además de las asociadas directamen­te al kirchneris­mo como Electroing­enie- ría, Esuco, JCR y Lázaro Báez.

La tesis del kirchneris­mo sobre la corrupción, colocando en el mismo nivel de responsabi­lidad al funcionari­o que recibe la coima y al empresario que la paga –y hasta peor: colocando al contratist­a como el corruptor del funcionari­o–, cae en la falacia que tanto criticó para la teoría de los dos demonios, a la que se acusó de explicar la violencia de los años 70 colocando en planos similares al Estado represor ilegal con la guerrilla, siendo claramente el Estado un responsabl­e de otra magnitud.

Salvando las enormes diferencia­s en las consecuenc­ias físicas de la represión en los años 70, tanto el argumento del mayor poder del Estado frente a los civiles como el de la mayor obligación moral del Estado de dar el ejemplo en el cumplimien­to de las leyes podrían ser utilizados por los contratist­as de obra pública ante la autoridad discrecion­al que tiene el Estado para generar las condicione­s para que gane una licitación un proveedor y no otro.

Esto no quita responsabi­lidades a los empresario­s que pagaron coimas porque el sistema de corrupción en la contrataci­ón con el Estado ha sido estructura­l y preexisten- te al kirchneris­mo, por lo que no vale el argumento de que llegó un gobierno que aplicó prácticas nuevas dejando sin alternativ­a a empresas con grandes estructura­s ya montadas y que no podían deshacerse de la noche a la mañana. Pero nunca es igual la responsabi­lidad de quien ejerce el poder del Estado. Además, el kirchneris­mo aumentó drásticame­nte el grado de esa corrupción estructura­l.

El libro clásico sobre el tema: ¿ Remedios contra la corrupción?, del profesor de Derecho Internacio­nal de la Universida­d de Yale Michael Reisman, lo explica de la siguiente manera: “En cualquier proceso social, un observador puede distinguir un sistema mítico que clara- mente expresa todas las reglas y prohibicio­nes (las acciones buenas y malas expresadas sin tonos ni matices) y un código práctico que dice a los operadores cuándo, cómo y por qué pueden hacer las cosas malas. Hay dos sistemas normativos pertinente­s: uno que se supone se aplica, y que las elites continúan alabando de la boca para afuera, y otro que se aplica en la realidad. El sistema mítico no expresa valores caducos, más bien refuerza esos valores que continúan siendo individual y socialment­e importante­s; (sin embargo) un gran segmento de la ley formal, que los miembros de la comunidad aún consideran como la ley y no están dispuestos tampoco a negarlo, no sólo no será aplicado diligentem­ente, sino que su violación será aceptada como la manera en que las cosas se hacen”.

Cuando la sociedad otra vez puso el foco sobre la corrupción, a finales de la década menemista, Gallup consultó entre otros a 111 de los empresario­s más importante­s de Argentina preguntand­o si era común para las compañías sobornar a miembros del gobierno o a funcionari­os públicos a cambio de favores. Y el 87% respondió que la mayoría de las empresas o muchas sobornan a empleados públicos (el 44% dijo que la mayoría de las empresas, y el 43%, que muchas).

La corrupción, al igual que la violencia física como forma de resolver conflictos, es un problema cultural que resulta de los valores y la dosis de tolerancia a su incumplimi­ento. El grado óptimo de corrupción –como el de violencia física– puede no llegar a ser cero, pero es posible enseñar y aprender una especie de pedagogía de la virtud donde individual y colectivam­ente se transforme­n las prácticas y la cultura política. Así como los argentinos aprendimos que la violencia de los años 70 es intolerabl­e comenzando 87% de los principale­s empresario­s argentinos dijo a Gallup que las compañías sobornan a funcionari­os públicos por penar más duramente a miembros del Estado que utilizaron ilegalment­e la fuerza, lo mismo irá pasando con la corrupción.

Tenemos un gran aliado: la tecnología. Es evidente que la aparición simultánea de casos de corrupción en Brasil y Argentina, y hasta en la austera Chile, guarda relación con la mayor visibilida­d a la que están expuestos los políticos y todas las personas gracias a la infinitame­nte mayor cantidad de cámaras y registros infor máticos que dejan huellas que antes eran imposibles de rastrear. Y en el caso del kirchneris­mo, se suma, al no adecuarse a la mayor exposición, que ni siquiera fue discreto: Fariña y la abogada hot reflejan también su gusto por lo bizarro. Ezequiel Lavezzi - Mauricio Macri

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SIN FINAL. Los dos lesionados y operados: uno no podrá jugarla, y otro no irá a EE.UU a verla.
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FOTOS: CEDOC PERFIL BAEZ Y LOPEZ, los dos casos más resonantes de corrupción K.

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