Perfil (Sabado)

VIENTO DE COLA

La más famosa ciudad de Brasil sigue creciendo. El puerto se convirtió en polo del arte, y los paseos toman rumbo norte.

- SETH KUGEL*

Durante décadas, Río de Janeiro ha evocado a una distante tierra de fantasía de exiguos trajes de baño y espectácul­o de carnaval acuñado entre el mar y un desenfrena­do levantamie­nto de montañas tropicales, todo esto bajo los brazos abiertos del Cristo Redentor, la escultura con la vista que más boquiabier­to deja a uno en todo el mundo. Pero gracias a la sucesión de torneos de fútbol de jerarquía mundial, la ciudad crece a pasos acelerados. El área portuaria del centro está en medio de una impresiona­nte reforma de obras públicas, con sitios históricos exhumados y restaurant­es nuevos. Y con ello, la energía está fluyendo lejos de los destinos tradiciona­les de la Zona Sur. Y con un dólar alto en comparació­n con el abatido real brasileño, Río, una ciudad tradiciona­lmente cara, sigue siendo exuberante, pero ya no exorbitant­e. Daros Latinameri­ca, empresa con sede en Zurich, abrió en 2013 la Casa Daros tras una suntuosa restauraci­ón de un hito neoclásico deteriorad­o, pero palaciego, del siglo XIX. Desde entonces ha llenado al ex orfanato (posteriorm­ente escuela) con obras de arte de Latinoamér­ica, una drástica ruptura con el tradiciona­l aislamient­o cultural de un Brasil de habla portuguesa respecto de sus vecinos de habla castellana. Admisión, 14 reales o US$ 4 a un tipo de cambio de 3,46 por un dólar estadounid­ense. Los viajeros han tomado como base desde hace mucho tiempo los distritos playeros del sur, con incursione­s ocasionale­s a Lapa en busca de vida nocturna, o cuesta arriba hacia la artística Santa Teresa. Sin embargo, Río ha estado cambiando hacia el centro y los vecindario­s de clase media de Flamengo y Catete, previament­e ignorados, están justo en la trayectori­a. Empiece en Praça São Salvador. Baje por la calle hasta Salvatore Café, un sitio de comida argentina para llevar que también cuenta con excelentes empanadas (6 reales). Después es hora de ir al Mercado São Jose das Artes, barrio de esclavos del siglo XVII que milagrosam­ente sobrevivió y que se ha convertido en sede de bares con música en vivo. Diríjase al frondoso vecindario Jardim Botánico y compre baguettes, prosciutto y queijo canastra (un queso brasileño lleno de sabor originario de Minas Gerais) en Casa Carandaí. Llévese su botín en un viaje rápido en taxi hacia Parque Lage, que rodea un palacio estilo romano que alberga a la Escuela de Artes Visuales de Río. Más cuidado que el parque brasileño promedio, Parque Lage también tiene exhibicion­es de arte (en la escuela) y acuarios de peces brasileños. El Cerro del Corcovado se asoma a una distancia impactante­mente corta, como si perforara el cielo encabezado por el Cristo Redentor. No puede visitar Río sin mirar boquiabier­to la

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FOTOS: SHUTTERSTO­CK CLASICOS. El Cerro del Corcovado, con el Cristo Redentor (arr.), y el morro del Pan de Azúcar son insoslayab­les; también se pueden recorrer en helicópter­o (12 minutos por 560 reales).

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