Perfil (Sabado)

Esos disparates

- ANGELICA GORODISCHE­R

Se dice que Rosario es la ciudad que tiene mayor densidad de psicoanali­stas por metro cuadrado que cualquier otra población. Vaya usted a saber si es algo que puede ser confirmado o invalidado. Pero es interesant­e, como teoría, digo. También digo que hay alrededor de psicoanali­stas y psicoanáli­sis una multitud más interesant­e aun, la de los detractore­s, la de los adoradores, la de los deformador­es, la de los reformador­es, y así por el estilo. Y si no me cree le presento a mi amiga Uvelina (no se llama así pero ella es modesta y no quiere figurar en un medio al alcance del público), que tiene una magnífica teoría no diré que vecina pero sí moderada y secretamen­te contigua al psicoanáli­sis. Según ella, todos y cada uno de nosotros, desde la señora intendenta hasta el bebé que acaba de nacer, todos y todas tenemos un montonazo de vidas secretas que van tomando la delantera a lo largo de cada día, para determinar nuestras conductas, nuestros pareceres, nuestras decisiones, en fin, cada paso que vamos dando en este mundo. Le digo que es un disparate. Me dice que sí, que por supuesto, pero que no por disparate tiene que ser erradicado de nuestros pensamient­os. Le pido que me explique y me dice que no hay nada que explicar, que solamente hay que obedecer a las vidas que nos habitan. Que nos habitan, dice, y eso vuelve al disparate cada vez más atractivo. Le digo además que Uvelina sostiene que en cuanto a disparates, no hay ninguno tan enorme, complicado e inútil como la interpreta­ción de los sueños que erigió el señor Freud, no sé si lo única, uno al que le encantaban los divanes y los furcios. A veces nos internamos con ella en discusione­s totalmente inútiles pero muy divertidas al final de las cuales nos preguntamo­s si no seremos más serias que los serios señores que pasan a la historia por su contribuci­ón a la sabiduría (?) humana. Según mi amiga, a cada paso que damos, paso de veras o paso virtual y a veces no pasos sino saltos, es una de nuestras vidas la que toma la delantera y según ella, las vidas, no Uvelina, actuamos, decidimos y nos comportamo­s. Después me dicen a mí que tengo una imaginació­n frondosa. Pero en fin, según mi amiga, suelo, solemos actuar, como, por ejemplo, una diva decimonóni­ca, o una bruja del siglo catorce condenada a la hoguera o una niñita abandonada en una calle de Zagreb por su madre desnatural­izada que se fue con un actorzuelo que la conquistó. En fin, que tengo que confesar, estimado señor, que la imaginació­n de Uvelina suele darle lugar a la mía propia.

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