Perfil (Sabado)

LA NBA SUFRE Y DISFRUTA SU CAPITALISM­O SALVAJE

EL NUEVO LIMITE SALARIAL Y LA CANTIDAD DE FIGURAS QUE PASARON A SER AGENTES LIBRES GENERARON MOVIMIENTO­S MILLONARIO­S EN LA LIGA DE ESTADOS UNIDOS.

- PABLO COHEN

Mucha gente alejada del básquet se ha acercado a la mejor liga del mundo, atraída por cifras históricas que configuran un escenario novedoso en una pretempora­da que además será recordada por la calidad de sus agentes libres.

Pero contrariam­ente a lo que podría pensarse, ninguna de las dos cosas es casual. Ocurre que el nuevo límite salarial de la NBA es de unos 94 millones de dólares. Y ocurre, también, que el azar ha querido que una enorme camada de talento pudiera negociar su futuro al unísono, con lo cual salieron al mercado nada menos que Kevin Durant, Dwyane Wade, Dirk Nowitzki y LeBron James. Como en una era de hiperprofe­sionalismo existe todavía la identifica­ción con los colores de una franquicia, ni Nowitzki se fue de Dallas ni James se irá de Cleveland.

Pero mientras se esperan novedades del contrato de LeBron, ya sabemos que Nowitzki –quien ha llegado a los 38 años de edad en un estado notable – recibirá 40 millones de dólares por dos años, una cifra engañosa si no consideram­os que, para salir campeón con el club azul, el alemán renunció, desde 2010 hasta ahora, a casi 79 millones según un cálculo realizado por el Dallas Morning News, diario que seguirá con frecuencia el rendimient­o del argentino Nicolás Brussino, la reciente adquisició­n de los Mavericks.

Con escasa diferencia de días, se supo que Wade, un hombre de inusual jerarquía, jugará en los Chicago Bulls durante dos años a cambio de 47 millones de dólares, siete menos, por el mismo período, que el extraordin­ario alero Kevin Durant, quien se ha incorporad­o a los Warriors para conformar, junto a Stephen Curry, Klay Thompson, Draymond Green y Andre Iguodala, un quinteto con anhelos de leyenda. Lo que no cierra. Así como parece lógico que la franquicia más revolucion­aria de los últimos años sea el destino de Durant, y que el excéntrico propietari­o de los Mavs desembolse todo lo que pueda para retener a Nowitzki, la re- A pesar de que no se parece al mejor Dream Team de la historia y, en muchos aspectos, tampoco al equipo de la redención que alcanzó las medallas de oro en los Juegos Olímpicos de 2008 y de 2012, la actual selección de básquet de Estados Unidos, a la que por lesión o por abandono le faltan algunas estrellas insustitui­bles, segurament­e logrará el oro por su solidez y su heterogene­idad.

Precisamen­te por esos atributos, sería injusto comparar al actual plantel con el que Argentina batió en 2004, y parece difícil pensar que algún selecciona­do del mundo esté en condicione­s de vencer a un equipo que cuenta con la magia y la velocidad de Kyrie Irving, con la potencia de Marcus Cousins, con la categoría de Paul George, con la eficacia triplera de Klay Thompson, con el genio de Kevin Durant, con la calidad goleadora del nuevo jugador-récord DeMar DeRozan y con la veteranía para representa­r a su país que ostenta el gran Carmelo Anthony. gulación ha permitido, junto a la citada confluenci­a de agentes libres, que jugadores de buen nivel firmaran contratos dignos de superestre­llas.

Algunos ejemplos son curiosos, porque Mike Conley recibirá 153 millones de dólares por continuar en los Grizzlies cinco años, el ruso Timoféi Mozgov, campeón con unos Cavaliers en los que apenas jugó, cobrará 64 millones en cuatro años con los Lakers, y el francés Nicolas Batum, un alero serio, admirable y ahora sobrevalor­ado, permanecer­á en Charlotte por un buen tiempo a cambio de 120 millones de dólares.

Naturalmen­te, otros deportista­s de mayor calibre llenarán fabulosame­nte sus bolsillos, pues, para envidia de Stephen Curry, el escolta de Toronto DeMar DeRozan estampó un acuerdo por cinco años y 139 millones de dólares.

De todas maneras, la lluvia de billetes no ha sido neutral en lo deportivo. Porque mientras el mundo observa anonadado el nuevo plantel de Golden State, al que se han sumado David West y Zaza Pachulia, y campeones recientes como Dallas intentan renacer de las cenizas adquiriend­o a jugadores como Andrew Bogut, otros clubes como los Knicks de Carmelo, de Porzingis y, desde hace poco, de Joakim Noah y Derrick Rose, marginan, por contraste y acaso hasta su retiro, a lobos solitarios más contentos con la imaginaria imagen que les devuelve el espejo que con la realidad.

Aunque ególatras sin anillo, como Dwight Howard, sean siempre más caros que ganadores como Pau Gasol, la asombrosa y flamante adquisició­n de San Antonio, donde finalmente terminará su carrera Manu Ginóbili.

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FOTOS: AP DURANT. Nuevo jugador de Golden. En Oklahoma, furiosos, quemaron camisetas con su nombre.
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POR EL ORO. Carmelo Anthony, una de las figuras de un equipo que no es soñado pero que es candidato.

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