Una fórmula que ya luce obsoleta
Hay un factor que podría hacer a La era de hielo algo más que el caballito de batalla de Dreamworks: Scrat, esa ardilla con aspecto fuera de quicio y con gula desmesurada por las bellotas. La reescritura psicótica del Coyote ha sido siempre una bola de Navidad en el árbol más bien clásico que son las aventuras prehistóricas de una pandilla de animalejos parlantes. En esta nueva entrega, Scrat es un papel “fundamental”, pero va más allá de que sus cortos estén entramados con la narrativa (que implica un fin del mundo visualmente poderoso). En Scrat se puede ver todo aquello que La era de hielo elige no ser.
Sin ser la furia screwball o física de cartoons clásicos o modernos, Scrat crea un sentido de la comedia físico, enloquecido, que aprovecha la animación para jugar con imposibles. Su furia adicta define una furia del movimiento que las películas eligen no tener. Es una elección, seguro, pero si bien la saga helada ha apostado al clasicismo como ningún estudio (sus filmes podrían fácilmente dividirse en La era de hielo western, La era de hielo aventuras, La era de hielo piratas), extrañamente prefiere comedia de sitcom, de personas hablando y confundiéndose, o que demuestran estar errados a los tres segundos que dicen algo. Hay algo de eso que no le permite que el potencial que ha logrado económicamente se traduzca a su fuerza como film animado. Todo está ahí: el imaginario, los personajes, el clima, pero se intenta apelar a un humor que por infantil termina siendo en extremo simplista (que no simple).