El ‘Indiana Jones’ argentino que descubrió a Gualicho
Es investigador del Conicet y realizó cincuenta campañas. Asegura que la Patagonia es uno de los mejores lugares para hallar fósiles.
Realizó más de cincuenta campañas paleontológicas a Patagonia, norte argentino, Bolivia, Perú, Ecuador, EE.UU., Francia y Hungría; dio nombre a veinticinco nuevas especies fósiles de dinosaurios y descubrió cuatro localidades fosilíferas nuevas. Recorrer la trayectoria del paleontólogo argentino Sebastian Apesteguía, de 47 años, remite sin dudas a las aventuras del legendario personaje Indiana Jones.
Claro que si se le pregunta a este investigador del Conicet en la Fundación Félix de Azara si se siente como “Indie”, con una sonrisa negará que durante sus expediciones haya pasado por situaciones de peligro como las que enfrenta Harrison Ford en la película. “Sí tuve algún accidente grave con la camioneta en algu- na campaña y muchas veces debimos pasar noches a la intemperie, sin equipo de abrigo, por seguir buscando fósiles, pero nada serio”, cuenta Apesteguía quien esta semana fue protagonista tras publicar en la prestigiosa revista PLOS One su hallazgo más reciente: los huesos fósiles del Gualicho shinyae, una nueva especie de dinosaurio carnívoro que habi- tó en la Patagonia hace 95 millones de años (ver recuadro).
Su curiosidad por lo que él resume como “la búsqueda de los orígenes” comenzó de muy pequeño. A los seis años ya dibujaba mamuts en su banco de primaria. Pero la pasión por la investigación le nació a los 12 años, cuando leyó en una revista Billiken que una expedición americana iba a viajar al corazón de Africa en busca de los rastros de un dinosaurio supuestamente vivo. “Eso me flasheó. Años después llegué a escribirles a los científicos de la Universidad de Chicago que habían ido a esa expedición pidiéndoles más datos. ¡Y ellos me contestaron! Así me interesé por la criptozoología, una rama dedicada al est udio de anima les cuya existencia es improbable”.
También pronto se despertó su vocación docente y de divulgación científica. “Creo que fue cuando mi maestra de sexto me encargó una clase de prehistoria para mis compañeros. En esa época yo leía todo lo que podía de historia de animales”, explica hoy, que es profesor titular de herpetología en la Universidad Caece y dicta clases en la Escuela Argentina de Naturalistas.
Como ocurre muchas veces, su verdadero rumbo académico llegó por casualidad. “Yo estudiaba biología en la UBA, pero sin mucho éxito, y trabajaba desde los 18 años como técnico en el Museo de Ciencias Naturales; primero ad-honorem y luego rentado, en el equipo del doctor José Bonaparte”. Bonaparte fue uno de popes de la paleontología argentina y quien lo lle-