UN BALNEARIO QUE QUISO SER JARDIN
Con fotos de Angela Copello y textos de la gestora cultural Carmen María Ramos, Pinamar SA registró en letras de molde la belleza de una ciudad que nació de la nada en 1943 con el firme propósito de disfrutar de la naturaleza, pero sin maltrato. “Cecilia Bunge de Shaw, única hija del fundador, el arquitecto Jorge Bunge, recordaba que, hacia 1940, Pinamar sólo existía en los sueños de su padre. La primera vez que lo acompañó, una zorra tirada por caballos los llevó por las vías del ferrocarril desde Madariaga y los dejó en el medio de la nada”. Su hijo, el Ing. Jorge Enrique Shaw, continuó el camino de su padre, que hasta el día de hoy sigue siendo un emprendimiento en custodia familiar, a través de la sociedad Pinamar SA, que aún mira bajo la lupa cada nuevo proyecto urbanístico. Once capítulos de este volumen pergeñado precisamente por Pinamar SA podrían resumirse en el apotegma “cómo soñar con algo y no parar hasta lograrlo”. Las pruebas del éxito de esta historia sin fin son rotundas. A los nombres de la mitología griega que coronaron los primeros atisbos urbanos se sumaron los barrios nuevos: Tridente, Náyades, Isla del Golf, Le Herradura. Los pinos y eucaliptos detrás de la Av. Bunge son los más antiguos en esa lucha contra viento y marea por fijar los médanos y arrancar. El Playas Hotel (antiguo Hotel Pinamar) estuvo desde los albores, para hospedar gratis a los pioneros que iban a comprar terrenos y levantar sus casas de veraneo. ¡Cómo pasa el tiempo! Desde los carros y El Dorado, la primera playa de 1948, con camino de tierra hacia el mar, hasta los cuatris y el más allá de La Frontera. Y todo, made in Argentina.