Renunciar como forma de protesta
Ayer, en el Colegio Nacional de Buenos Aires se hizo un homenaje a los 1.378 docentes que dejaron su puesto luego de la represión. Intelectuales que no avalaron la dictadura e iniciaron lo que fue la primera fuga de cerebros del país.
A 50 AÑOS DE LA NOCHE DE LOS BASTONES LARGOS La universidad pública sufrió el atropello de las fuerzas del Estado el 29 de julio de 1966. Un gobierno de facto atacó a su gran enemigo: el pensamiento crítico. Profesores, investigadores y alumnos fueron desalojados por la fuerza de los claustros al oponerse a la intervención militar. Como acto de protesta ante el avasallamiento de la autonomía y el ejercicio de la violencia, cerca de 1.300 docentes de la Universidad de Buenos Aires presentaron las renuncias a sus cargos. Muchos de ellos abandonaron la actividad universitaria de manera definitiva. Otros continuaron sus carreras como académicos y científicos en universidades extranjeras. A cincuenta años de la Noche de los Bastones Largos, la UBA organizó unas jornadas con el propósito de contribuir a la reflexión de estos acontecimientos y reconocer a aquellos que sufrieron las consecuencias de esta embestida. A un mes del golpe. El 28 de junio de 1966, el golpe militar, conocido como Revolución Argentina y encabezado por Juan Carlos Onganía, derrocó al presidente Arturo Illia y enseguida decidió intervenir universidades nacionales que se regían por los principios de autonomía y el cogobierno. El rector de la UBA, Hilario Fernández Long, y el Consejo Superior rechazaron la medida. Estudiantes y docentes ocupa- ron varias facultades para visibilizar la protesta. El caso emblemático fue el de la Facultad de Ciencias Exactas, ya que esa misma noche, los actores que defendían la autonomía y la pluralidad de ideas en la universidad fueron golpeados con bastones largos.
¿Por qué en la Facultad de Ciencias Exactas y Naturales se produce el episodio de mayor violencia? “Exactas representa lo más dinámico del proceso de universidad autónoma. Es ahí donde se produce la resistencia más clara al intento de modificar la situación. Era una facultad atravesada intensamente por la vida política. Es un hervidero donde se articulan muchas cosas. Había mucha discusión sobre el tipo de investigación que se hacía, sobre el valor de la investigación y sobre cómo debía financiarse”, explica Pablo Buchbinder, doctor en Historia.
“Hacia las 21 la facultad de exactas estaba rodeada por la policía, que solicitaba la evacuación. Tiraron por las ventanas del aula magna gases lacrimógenos, rompieron las puertas y entraron. Ahí nos forzaron a ponernos en el patio de la facultad contra la pared y pensé que nos iban a fusilar. A medida que íbamos saliendo nos golpearon con los bastones. Nos llevaron a varias comisarías y nos pusieron en las celdas. Ahí me di cuenta de que tenía un corte en la cabeza y más tarde, cuando me soltaron, fui a una clínica y me dieron 12 puntos. Al día siguiente,