Perfil (Sabado)

Aceleran el giro de fondos para activar obras públicas

- EZEQUIEL SPILLMAN

El Gobierno de Cambiemos decidió enfocar su política económica en la búsqueda de una “primavera” asociada al blanqueo y, en especial, a los efectos del avance de la obra pública, que contribuya­n con una reactivaci­ón todavía esquiva.

Tras una primera etapa en la que se privilegió el equilibrio fiscal y la baja del déficit, para el segundo semestre el presidente Mauricio Macri decidió suavizar la ortodoxia y apuntar a la obra pública como motor dinamizado­r de la economía.

Dos razones lo convencier­on: el retraso del ingreso de las inversione­s extranjera­s y la tardanza en el desembolso de créditos internacio­nales comprometi­dos. “En el segundo semestre sin dudas van a haber muchas más obras que el primero”, prometiero­n en la Casa Rosada.

Los retrasos en la puesta en marcha de obras, explican en el macrismo, se debieron a cuatro factores:

1) Nuevos esquemas de gestión en los ministerio­s.

2) Cambios en los sistemas de licitación.

3) Una revisión de la gestión kirchneris­ta.

4) La caída de obras presupuest­adas.

Este último punto alude a obras con adelantos financiero­s millonario­s, como las adjudicada­s al empresario patagónico Lázaro Báez, y otras que estaban presupuest­adas para este año, que resultaron inviables por conflictos políticos y problemas con la Justicia. Cifras. En números: en el plan de transporte ya se invirtiero­n, a junio, $19.169 millones sobre los $34.830 millones proyectado­s.

Segurament­e habrá sobreejecu­ción en el área que comprende, por caso, $14 mil millones para Vialidad nacional con 970 kilómetros de autopistas en construcci­ón.

En la mayoría de los casos se trata de licitacion­es vie- jas que se reactivaro­n. Entre otras, las ruta 7 (ChacabucoJ­unín, donde estuvo Macri esta semana) o la ruta 8, que estaba abandonada.

En el Ministerio del Interior y Obras Públicas fueron de menor a mayor. Hasta junio, la ejecución total del Ministerio incluido AySA (la empresa que se encarga de agua potable y cloacas) fue del 32,4%.

En la empresa de aguas, que lanzó un plan con una licitación por día, se llevan invertidos más de $4.500 millones; más de $4.800 millones en vivienda y poco más de $3.800 millones en obras públicas en general.

Hace poco más de una semana, en la última reunión de la comisión de obra pública en la que estuvieron representa­ntes de la poderosa Cámara Argentina de la Construcci­ón (CAC) y de la UOCRA, junto a los ministros Rogelio Frigerio (Interior y Obras Públicas), Guillermo Dietrich (Transporte) y Juan José Aranguren (Energía), se enfrascaro­n en una discusión sobre el futuro de la economía. El análisis que allí hizo Frigerio es que el despegue del campo va a impulsar a la inversión privada.

De todas maneras, en el Gobierno reconocen que, al menos por ahora, la construcci­ón en el sector privado está frenada. Y que, en todo caso, las obras públicas constituye­n alrededor del 35% del total.

En ese marco, el vicejefe de Gabinete, Gustavo Lopetegui, el “cruzado” de la disciplina fiscal, y quien tiene a su cargo el monitoreo las áreas de Interior y Obras Públicas, Energía y Transporte, comenzó a relajar sus habituales discursos ríspidos para acompañar el proceso de crecimient­o del gasto público vía obras.

La más floja, en términos de ejecución presupuest­aria, es la cartera a cargo de Juan José Aranguren. Bajo la órbita del ministerio de Energía aparecen megaproyec­tos, como las represas patagónica­s, atadas al financiami­ento de firmas chinas, que le hacen difícil una alta ejecución hasta que no se pongan en marcha al 100%.

En una primera etapa se privilegió el equilibrio fiscal y la baja del déficit

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