Perfil (Sabado)

Una reforma para el futuro

- LUIS PETRI*

Hace más de cien años –salvando los oscuros momentos en que nos fue arrebatado el derecho sagrado de la democracia– que los argentinos elegimos presidente de la misma forma: introducie­ndo un papel dentro de una urna. Un siglo atrás, todo era distinto: la vestimenta, el trabajo, la geografía, el lenguaje, los canales de comunicaci­ón. Hoy ni siquiera tenemos la misma base electoral de principios del siglo XX, gracias a la incorporac­ión del voto femenino en 1947, por citar tan sólo un ejemplo en el fluctuante universo de la ingeniería jurídico-electoral. En nuestro país, a nivel nacional, mantuvimos las formas de 1912 a la hora de ir a las urnas. ¿Es malo votar como hace cien años? Puede que no haya una respuesta incorrecta. Quizá sea más acertado tomar riesgos y cambiar la incógnita: a esta altura, ¿hay un método mejor que el del siglo pasado?

La reforma electoral presentada por el Poder Ejecutivo promete un salto cualitativ­o que responde la pregunta anterior. Hablamos de un nuevo mapa normativo que, entre otras cosas, incorpora a nuestro sistema la boleta electrónic­a, organiza la oferta de candidatos, refuerza el valor de las PASO, propone un procedimie­nto sancionado­r para los ilícitos electorale­s y hace especial foco en el financiami­ento de las campañas políticas. La apuesta es aportar celeridad, equidad, inclusión, transparen­cia y seguridad: premisas puestas en jaque con el sistema aún vigente.

Desde luego, la iniciativa presentada por Cambiemos tiene sus detractore­s habituales. Entre los que se oponen hay veteranos representa­ntes de la vieja política, caudillos disfrazado­s de románticos fundamenta­listas de “la mística del papel”, que supieron sacarle provecho al marco de discrecion­alidad. En ese marco se encuentran las “listas colectoras”, el robo de boletas e incluso la posibilida­d de hacer fraude con los resultados, por nombrar algunas de las tantas prácticas que han manchado las páginas de la democracia argentina. La reforma electoral viene a combatir esa dinámica nociva. El plan del Gobierno es ambicioso y superador, todo un desafío: después de todo, Cambiemos llegó al poder gracias al sistema que hoy pretende modificar.

Uno de los pilares de esta reforma es la utilizació­n de la boleta electrónic­a: un método ajustado a las necesidade­s de los argentinos, que pasó con holgura el test electoral en distritos como Salta y CABA. Frente a la máquina, el votante escoge su candidato desde una pantalla, se imprime la decisión en la boleta y, en simultáneo, se graba idéntica informació­n en un dispositiv­o de almacenami­ento interno dentro del papel. Esta incorporac­ión no elimina la posibilida­d de realizar el escrutinio de forma manual, ya que la boleta también contiene la decisión impresa en el papel. A lo sumo, se habilita una doble vía de auditoría.

La utilizació­n de medios tecnológic­os no redunda en una cuestión cosmética. Por un lado, la boleta electrónic­a promete mayor celeridad en los comicios, seguridad a la hora de votar y transparen­cia para elegir. El cuidado del ecosistema no es un dato menor: un sistema informátic­o lleva a reducir el consumo de papel. Hay más particular­idades que hacen atractiva la opción de la boleta electrónic­a, un modelo tecnológic­o actualizad­o y virtuoso y que poco tiene que ver con las cuestionad­as máquinas que se utilizan en algunos países (que en ciertos casos no sólo no imprimen la decisión del elector, sino que ni siquiera emiten un comprobant­e de que se ha efectuado una votación exitosa).

No es antojadizo que estemos tratando una reforma política en esta época: contamos con el tiempo para empaparnos del tema, estudiarlo y realizar los ajustes necesarios para dar el salto preciso. Podremos analizar esta reforma con la profundida­d que requiere el tema, sin sentir la presión de la cita electoral en lo inmediato y sin los apuros de la coyuntura voraz. Nos toca vivir una oportunida­d magnífica para que los desencanta­dos de la última década vuelvan a confiar en que sufragar tiene sentido. El norte ya está marcado, y hacia allí vamos.

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