Perfil (Sabado)

Seremos lo que debemos ser

- CARLOS ARES*

De pie, frente a la imponente cordillera de los Andes, el general piensa: “Si somos libres, todo nos sobra”. El rodar de unas piedras le hace volver la cabeza: “¡Cabral!”. El sargento, saluda: “El mismo que viste y calza”. Conmovido, el general lo abraza. “¡Qué alegría verte! Creí que...”. El sargento, cuenta: “Después que lo salvé, cuando usted se cayó del caballo, vinieron los dibujantes y me pidieron que posara para un retrato. Ahí se me ocurrió la frase para el epígrafe del cuadro: “Muero contento, hemos batido al enemigo”. El general lo abraza: “Con razón, ésa te hace inmortal”. El sargento asiente, con orgullo: “Salió así”.

El general señala la cordillera: “¿Qué te parece?”. El sargento, pregunta: “Para pintura, linda”. El general, aclara: “Para cruzarla”. El sargento se sorprende: “¡¿A pie?! El general, explica: “A pie, en mula, con los cañones, con los víveres, con mi asma, seamos libres Cabral, lo demás no importa nada”. El sargento, duda: “¿No hay otra? El general, reniega: “Para los hombres de coraje se han hecho las empresas, Cabral”. El sargento, coincide: “Y las tarifas, general”. El general, pregunta: “¿Usted cree que nos van a cobrar peaje?”.

El sargento no tiene dudas: “Peaje y algo más, ¿sabe quién maneja los sindicatos?”. El general, pregunta: “No, ¿quién?”. El sargento hace una mueca: “El camionero le está dejando toda la herencia al pibe”. El general, descarta cualquier conflicto: “De todos modos, mi sable nunca saldrá de la vaina por opiniones políticas”. El sargento alza las cejas, en un gesto de incredulid­ad y canta: “Si yo tuviera el corazón/ el corazón que dí/si yo pudiera como ayer/ querer sin presentir...”. El general, pregunta: “¿Qué es eso?”. El sargento le explica: “Un tango, todavía no se escribió”.

El general, apura: “Vamos, no esperemos recompensa­s de nuestras fatigas y desvelos”. El sargento, interrumpe: “Si me permite”. El general, concede: “Adelante, Cabral, el mejor amigo es el que enmienda mis errores o reprueba mis desacierto­s”. El sargento, desembucha: “Creo que la podemos hacer más fácil, general. Co- nozco unos mercenario­s que trabajan de periodista­s. Te relatan lo que quieras”. El general, duda: “No entiendo”. El sargento, aclara: “Le contamos el cruce de la cordillera, las batallas, todo, y ellos venden la historia como si de verdad hubiera sucedido. Por unos mangos extra, aunque perdamos, abajo ponen: ¡Ganó San Martín!”. El general, desenvaina. El sargento, retrocede: “Sosiegue, general, usted dijo que no iba a pelar el sable por estas cuestiones”. El general, enojado: “Esas no son opiniones, eso es mentir, destilar veneno”.

El general vuelve a mirar la cordille- ra, piensa: “De lo que mis granaderos son capaces, sólo lo sé yo, quien los iguale habrá, quien los exceda no”. El sargento, reacciona: “Le tengo fe general, ya lo veo convertido en feriado largo”. El general, ordena: “¡Sargento, unos mates!”. El sargento, ceba. El general se queja: ¡Joder, chaval! ¡Está recaliente!”. El sargento, arenga: “Insista, general, si hay victoria en vencer al enemigo; la hay mayor cuando el hombre se vence a sí mismo”. El general, acusa: “Esa frase es mía”. El sargento, acepta: “Sí, pasa que la de 'muero contento...' ya no da”.

El general, recuerda: “Hay más, escuche: 'La conciencia es el mejor juez que tiene un hombre de bien'. El sargento hace una mueca: “Ta buena, pero si todo sigue así, prefiero jueces que meten en cana a los chorros y a los criminales”. El general, comprende: “Querido Cabral, debo advertirle que el hombre bajo todo gobierno será el mismo, con las mismas pasiones y debilidade­s”. El sargento, recita: “Pero el hombre de razón/no roba jamás un cobre/pues no es vergüenza ser pobre/ y es vergüenza ser ladrón”. El general lo mira, asombrado: ¿Y ésa? El sargento, explica: “Del Martín Fierro, un poema, todavía no se escribió”.

Los dos callan. Miran la cordillera. Al rato, el sargento pregunta: “¿Usted cree, general, que alguna vez seremos lo que debemos ser? El general duda, piensa, demora la respuesta, al fin dice: “O no seremos nada, mi querido Cabral, nada”.

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CEDOC PERFIL SOLDADO HEROICO. El sargento Cabral cuando ayuda al general San Martín.

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