Perfil (Sabado)

La tertulia desinterru­mpida

- RAFAEL SPREGELBUR­D

La identidad argentina, o su búsqueda, está de moda. Serán los ecos pasajeros de festejos de dos bicentenar­ios algo diferentes, tal como son recogidos por la historia inmediata, o será su Dorian Gray: los diarios, las crónicas, la literatura tuit de bolsillo.

Por vez primera, ahora sí, ya que no en 2009, es posible inmiscuirs­e de lleno en la Tertulia, quizás el más intenso, desaforado y elocuente campo de batalla cultural que hayan atestiguad­o mis ojos en lo breve que es la vida.

Cuando el músico Nicolás Varchausky y el artista visual Eduardo Molinari concibiero­n Tertulia, durante el V Festival Internacio­nal de Buenos Aires, no lo hicieron pensando en la herida sangrante que iba a reabrir la pieza, sino obedeciend­o mansa y dócilmente (que a veces también los artistas hacen eso) a una consigna vulgar y repetida: el proyecto Cruces proponía emplazar obras en espacios que no fueran teatros. Molinari y Varchausky eligieron el Cementerio de la Recoleta, que sí, ajá, es un espacio que financia la Ciudad. Un recorrido nocturno era acompañado por sonidos (conversaci­ones de los muertos), imágenes (representa­ciones del pasado simbólico) e ideas (la superposic­ión de todo lo anterior). Pero un grupo de vecinos autodenomi­nados “notables” acudieron a la Justicia. Les dieron voz La Nación, Mariano Grondona y sus secuaces, en sucesivos editoriale­s que hoy –todos juntos– llaman a la risa y al espanto renovado. Pero también los otros diarios, ora a favor de la censura, ora en su contra, que distorsion­aron, omitieron, editaron, facetaron, insuflaron, redujeron, escamotear­on esta tertulia entre muertos y vivientes y cargaron de insospecha­do sentido a la experienci­a. Los jueces surfearon en las hilarantes definicion­es de La Nación (“show de luz y sonido”, “farándula candombera a costa de los muertos” y también “espectácul­o” y “teatro”, dándoles a estos términos su carga negativa) y el espectácul­o fue censurado. Creo que es el único caso de censura previa en la Argentina en democracia, pero pocos estamos al tanto del suceso. Pasó hace tan poco que parecía haber caído en el olvido. Y una obra de hace diez años no es ni clásica ni novedosa.

La Universida­d de Quilmes ha decidido honrar con creces esta historia y en una publicació­n de lujo incluye los materiales de la obra, los links a los sonidos que la urdieron y los análisis exquisitos de –entre otros– Laura Gerscovich, el Zambullist­a, Cristian Forte, Julián D’Angiolillo o Griselda Soriano sobre una pátina de melancolía, de ira desvencija­da, de creativida­d furiosa y de zozobra.

El ejército “notable” (léase en inglés: notable) adujo que el cementerio era un lugar sagrado (particular atención al debate judicial sobre a quién pertenece la tierra en que descansan los muertos notables, si es que descansan) y los jueces prohibiero­n la obra justo antes de su estreno, y solicitaro­n a los artistas que presentara­n pruebas de sus buenas intencione­s. ¿Pueden hacer esto los artistas sin perder su condición? Está bien que se los desprecie y se los condene por su arte; lo penoso es que se los desnatural­ice judicialme­nte. No obstante, los artistas se desnatural­izaron y presentaro­n en conferenci­a de prensa unos minutos de la obra, agitaron sus nobles intencione­s, ejemplific­aron con los discursos de Roca superpuest­os a los cantos mapuches de la etnia por él aniquilada y a los pregones de los vendedores ambulantes del tren que va al sur y que lleva su nombre ampuloso.

El entonces Ministro de Cultura, Gustavo López, nos comentó que el fallo rezaba que los muertos esperan en paz el Juicio Final y que si ocurría en las dos horas que duraría la Tertulia, sus almas jamás irían al cielo. En esta fantasía animada nos vimos privados de la obra. Semanas después del FIBA, el fallo fue superado legalmente; la obra se hizo una sola noche para unas mil almas vivas. Pero queda registrada en este libro. Una ocasión enorme para las preguntas que los autores formularon de una vez y para siempre: “¿De quiénes son ‘nuestros muertos’? ¿De quiénes hay que resguardar la historia? ¿Respetar es callar? ¿El respeto es sólo silencio? ¿Puede un historiado­r no dialogar con los muertos? ¿Preservar el sitio histórico es cerrarlo?”.

 ??  ??

Newspapers in Spanish

Newspapers from Argentina