Tema para una novela
Los hechos proporcionan argumentos narrativos a cada instante, y también las afirmaciones sobre los hechos y el silencio sobre éstos. En otro país, ¡qué novela escribiría alguien, si pudiera, acerca de la ambigüedad moral de un presidente democrático que pone cara de Snapchat y dice lo más campante que no tiene la menor idea acerca de la cantidad de personas asesinadas durante la dictadura militar que asoló a su país hace unas décadas! O que promete acabar con la pobreza y entrega la fijación de las tarifas de los servicios a ex empleados de las empresas proveedoras… Un autor con cierta plasticidad podría fundir sus rasgos característicos con los de quienes lo precedieron, abanderados de la buena
Sólo lo más antiguo adopta los rasgos de lo más moderno
distribución pública y de la secreta apropiación privada, un combo que combinara la afasia de uno con la logorrea del otro, y hasta mutar los sexos, confundir los rasgos, volverlos uno, como el Andrógino originario. Sólo lo más antiguo adopta los rasgos de lo más moderno. Empezar con un relato picaresco, estilo Roberto J. Payró, luego dotar al protagonista de una conciencia débil, que narra con inexactitud y alevosía los hechos (al estilo Bioy), y luego potenciar un poco con Dick. Con el paso del tiempo, el protagonista termina gobernando un país esquizo, donde el habla de los habitantes se va fundiendo con el balbuceo exasperado de los medios, hasta convertirse en un grito perdido en un arrabal del universo.
En medio de ese escenario desolador, en una plaza, solitaria, una adolescente bella y tenaz lee La obra maestra desconocida de Honoré de Balzac. Está rodeada de lunáticos que recorren como ciegos el lugar buscando la nueva utopía política, el fantasma perdido del objeto A de golpe resucitado y tecnológico: los pokemones. La adolescente tiene las piernas estiradas. Uno de los cazamonguis se tropieza con sus piernas y cae. Se levanta, mira a la adolescente y, asombrado ante la novedad, dice: “Oia, lee”.