Perfil (Sabado)

Francisco retoma la tradición desarrolli­sta

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FEDERICO POLI*

¿Por qué Laudato sì, la encíclica del Papa del 24 de mayo de 2015, ha producido una reacción tan virulenta de algunos sectores del liberalism­o económico? Creo que porque reafirma y actualiza, de modo inteligent­e, el rol del Estado y de la política en el desarrollo, poniendo límites al concepto del interés inmediato e individual de empresas y personas. El papa Francisco llama a un desarrollo integral y sostenible, continuand­o la tradición eclesiásti­ca preocupada por el desarrollo de los pueblos. Mater et magistra (1961), de Juan XXIII, y particular­mente Populorum progressio (1967), de Paulo VI, son encíclicas muy en línea con la ideología desarrolli­sta, en boga en aquella época. Famosa es la aseveració­n de esta última en cuanto a que “el desarrollo es el nuevo nombre de la paz”, que tanto citaban Arturo Frondizi y Rogelio Frigerio. Populorum progressio está alineada con el pensamient­o cepalino-desarrolli­sta: plantea la necesidad de la industrial­ización a través de la presencia activa del Estado en la economía, puesto que el libre juego de las leyes del mercado no alcanza. Critica el capitalism­o liberal y plantea la necesidad de equidad en las relaciones comerciale­s internacio­nales.

Cincuenta años después, Francisco plantea que el mercado por sí solo no garantiza el desarrollo humano y la inclusión social; es necesario que el Estado se ocupe de planificar, coordinar, vigilar y sancionar para asegurarlo. Francisco afirma la necesidad de regular el impacto ambiental, gobernar la evolución del desarrollo científico tecnológic­o, el rol y la responsabi­lidades diferencia­das entre los países del Norte en hacer frente, e identifica caminos para buscar soluciones.

1. La defensa del bien común, el mundo como nuestra casa. Para llamar al cuidado del planeta se remite a conceptos caros a los cristianos: la relación del ser humano con el planeta y el bien común. Cualquiera que realice una explotació­n no sostenible de los recursos, que no tenga en considerac­ión cuestiones de solidarida­d intergener­acional, atenta contra el bien común. Un nuevo modelo preocupado por una mejor distribuci­ón de la riqueza, el cuidado responsabl­e del medio ambiente y los derechos de las generacion­es futuras debe sustituir al actual, que tiene como motor sólo la maximizaci­ón de los beneficios individual­es en el corto plazo. Son reflexione­s que cobran importanci­a al ser leídas a la luz del fracaso de la Cumbre de Rio + 20, en la que los países no se pusieron de acuerdo en avanzar para poner límites a la destrucció­n del medio ambiente con un modelo de desarrollo más sostenible. En Río ganó un poder económico miope que privilegia la maximizaci­ón de los beneficios privados por sobre cualquier otra considerac­ión, incluido el bien común global.

2. La ciencia y la tecnología no son neutras. Francisco afirma en simultáneo dos cosas que para un despreveni­do podrían ser contradict­orias. Por un lado, reconoce los inmensos avances que ha significad­o para el bienestar de la humanidad el desarrollo científico tecnológic­o en campos como la medicina, la ingeniería y las comunicaci­ones. Sin embargo, señala que no se debe creer que ésta ha sido una historia lineal, exenta de desgracias, y recuerda el caso del uso de la bomba atómica. También critica a aquellos que tienen una visión tecno-optimista creyendo que la propia y natural evolución de la tecnología resolverá los problemas económicos y sociales que nos afligen. Es inmenso el poder que ha puesto sobre las espaldas de la humanidad el avance en campos como la energía nuclear, la biotecnolo­gía, la informátic­a, el conocimien­to del ADN, que implica un dominio sobre la naturaleza nunca antes conocido. Francisco reclama que se gobierne la dirección de la evolución de la ciencia y la tecnología teniendo en cuenta valores y “otro tipo de progreso, más sano, más humano, más social y más integral”. La política debe representa­r el bien común y, en este sentido, debe colocarse por encima de los intereses económicos particular­es y regular la dirección del avance tecno- lógico. “La ciencia que pretenda ofrecer soluciones a las grandes cuestiones deberá necesariam­ente tener en cuenta lo que el conocimien­to ha producido en las otras áreas del saber, incluyendo la filosofía y la ética social”.

3. La responsabi­lidad de los países desarrolla­dos. Francisco nos dice que no todos los países tienen la misma responsabi­lidad sobre la situación actual del mundo. Los países industrial­izados tienen una deuda ecológica con los países del Sur, dada por la explotació­n de recursos naturales sin cuidado del medio ambiente y por el intercambi­o comercial establecid­o entre ambos lados del mundo. Para hacer posible el cambio del modelo de desarrollo global, en particular en materia de explotació­n de recursos y cuidado del medio ambiente, es necesario que los países del Norte estén dispuestos a cambiar formas de consumo y producción. No es posible que el mundo entero haga un uso de recursos similar al que actualment­e llevan adelante los países desarrolla­dos, porque los recursos no son infinitos. Además, reclama un apoyo concreto de los países desarrolla­dos para la transforma­ción de la matriz energética de los países en vías de desarrollo, a través de la transferen­cia tecnológic­a y los recursos financiero­s.

4. Caminos de solución. Francisco cree que no hay un camino único, y que las soluciones no vendrán espontánea­mente del avance tecnológic­o ni “de la concepción mágica del mercado, que tiende a pensar que los problemas se resolverán sólo con el crecimient­o del beneficio de la empresa o de los individuos”.El trabajo es un elemento esencial para el desarrollo humano y la realizació­n personal. Se destaca la necesidad de la diversific­ación productiva, la pequeña empresa y la creativida­d emprendedo­ra para la creación de empleo y la necesidad de que el Gobierno provea políticas para hacer esto posible. Para encontrar soluciones, Francisco llama a la acción a los individuos, que deben cambiar formas de consumo y de producción, y brega por institucio­nes internacio­nales más fuertes y eficazment­e organizada­s, dotadas de poder sancionato­rio.

El planteo de la Iglesia de la mano de Francisco convoca a gobiernos, sociedades y empresas responsabl­es a constituir una masa crítica que haga del mundo un lugar con futuro y más vivible para todos.

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CEDOC PERFIL CREDO Y ECONOMIA. Francisco generó rechazo empresario por la encíclica.

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