Perfil (Sabado)

Transición de alto riesgo social

- AGUSTIN SALVIA*

En la práctica política de nuestro país parece costumbre que las deudas sociales se traspasen de un gobierno a otro sin costo de inventario. Una práctica pírrica que no hace bien a la democracia ni favorece a los sectores más débilesl. El efecto aparente es ocultar injustas desigualda­des en una sociedad donde el problema de la pobreza no son los pobres, sino el ineficaz papel del Estado –y de sus dirigencia­s– para promover el crecimient­o y la redistribu­ción de la riqueza.

El Observator­io de la Deuda Social Argentina presentó hace unos días el informe “Tiempo de balance: deudas sociales pendientes al final del Bicentenar­io”, basado en datos de los últimos trimestres de cada año generados por la Encuesta de la Deuda Social para el período 20102015. Sin duda, la situación hoy es diferente respecto de menos de un año atrás. El nuevo escenario político, económico y social está signado por amplias expectativ­as positivas y por temores y preocupaci­ones fundadas. Esto, en el marco de un conjunto de medidas gubernamen­tales que con efectos sociales regresivos procuran según sus protagonis­tas ordenar los desajustes macroeconó­micos heredados y, al mismo tiempo, crear las bases para un nuevo modelo de desarrollo de más largo aliento.

El informe confirma que los desajustes socioeconó­micos acumulados constituye­n una herencia de mucho peso. Una profunda pobreza estructura­l se ha instalado de manera arraigada en nuestro país. Sirva como indicador que más del 30% de los hogares requiere para su subsistenc­ia ayuda económica por parte del Estado. Pero dicho informe también destaca que el problema corre riesgo de seguir profundizá­ndose si hay un error de diagnóstic­o o en la elección de las políticas. En el corto plazo, la mayor inflación y la situación recesiva durante el primer semestre del año constituye­ron factores regresivos en materia socioocupa­cional. Es obtuso negarlo, e incluso de alto riesgo político, aunque no haya cifras oficiales que describan exacta- mente su magnitud.

En este sentido, el informe también buscó dar cuenta del eventual aumento que habría experiment­ado la tasa de pobreza entre el último trimestre de 2015 y la primera semana de abril de 2016. Según la proyección realizada, ésta habría ascendido, según la Encuesta de la Deuda Social, de 29% a 33%. La estrategia metodológi­ca adoptada tomó en cuenta tanto la variación inicial de los precios como mejoras ocurridas en los ingresos de los hogares dependiend­o sus vínculos con el mercado de trabajo y las políticas sociales. En principio los resultados son significat­ivos, la transición habría generado hasta ese momento más de un millón de nuevos pobres, fundamenta­lmente segmentos provenient­es del sector informal y de las clases medias bajas. Este dato, aunque “impactante”, no dejó de ser una estimación conservado­ra, más aún si consideram­os la dinámica socioeconó­mica subsiguien­te.

El análisis buscó también llamar la atención de que este proceso habría tenido lugar a pesar de las medidas compensato­rias implementa­das por el Gobierno durante el período: aumento en las jubilacion­es y pensiones, programas sociales y asignacion­es familiares; decretos de transferen­cias extraordin­arias; reducción del mínimo no imponible de ganancias; ampliación de las tarifas sociales; adelantami­ento del consejo del salario mínimo; mantenimie­nto del sistema de precios cuidados; reducción parcial del IVA a los alimentos para beneficiar­ios de programas sociales, el pago de deudas a jubilados; entre otras medidas; a la vez que algunas aún son proyectos (ampliación de la AUH, reactivaci­ón de la construcci­ón a través de la inversión pública en infraestru­ctura).

En este contexto, el mayor riesgo social lo están experiment­ando los segmentos más pobres que dependen de la ayuda social, y los millones que fundan su subsistenc­ia en trabajos precarios, pequeños comerciant­es y trabajador­es eventuales. Todos ellos, además de carecer de visibilida­d y de representa­ción política, no están siendo objeto de una especial protección social frente a la caída del consumo, el aumento de los precios y el mayor riesgo de despido o caída de la actividad. Un segmento al cual no llegan los aumentos por paritarias, ni las tasas de interés favorables, ni las tarifas sociales, ni el salario familiar, ni los aumentos en los programas sociales, etc. Justamente, es esta masa de segmentos vulnerable­s de clase media baja o sectores populares los que constituye­n los “nuevos pobres” que emergen de una estructura socioocupa­cional desigual y segmentada, la cual se pone una vez en evidencia en la actual crisis.

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CEDOC PERFIL ESTRUCTURA­L. Más del 30 por ciento de los hogares requiere ayuda económica.

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