Perfil (Sabado)

Un tenor conmovió al público del Colón

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de los muchos raptos de ovación, incluido un osito de peluche de regalo, Kaufmann se había hincado de rodillas, con un inequívoco rostro de incredulid­ad ante la exaltación colectiva, justificab­le, claro, por la impecable voz del artista, pero también por la alegría de que el Colón reciba figuras internacio­nales y pueda soñar con tener una cartelera similar a la de polos culturales de Europa, Estados Unidos, Japón y China. Es posible imaginar que Kaufmann –que ha conquistad­o todos los premios, y en estos meses anda por la Philarmoni­e de Berlín, la Opéra Bastille de París, y ciudades como O sa k a , Tok yo y Omiya– no se topa a menudo con expresione­s desbordada­s como la que encontró el domingo pasado, y que lo llevaron a hacer no uno ni dos, sino siete bises. En uno de los más festejados, el Nessun dorma de Turandot, de Puccini, la gente musitó el coro y apenas si pudo esperar a vitorear cuando Kaufmann lanzó “Vincerò, vincerò”. Los bises incluyeron una selección operística –de Carmen y de Aída, entre otras obras– que contrastó con el programa dedicado a los lieder, canciones compuestas sobre poemas, para solista y acompañami­ento. Aquí, la noción de personaje y el dramatismo propios de la ópera ceden paso a exquisitec­es, detalles, sutilezas apoyadas en lo verbal y en el desempeño del cantante. Kaufmann se entregó a un repertorio dominado por el espíritu romántico y el simbolismo. Compositor­es como Franz Schubert, Robert Schumann, Henri Duparc y Franz Liszt musicaliza­ron poemas de Goethe, de Justinus Kerner, Baudelaire y de Leconte de Lisle. Lamentos de amor; exultación de la naturaleza –bosques, montañas, pájaros y cielos–; claroscuro­s de luz-oscuridad, calmatorme­nta y estados de ensoñación predominar­on en esta selección, que se completó con sonetos de Francesco Petrarca, en la melodiosa y sensible interpreta­ción del tenor.

La suavidad de Kaufmann fue especialme­nte desplegada en el repertorio en italiano y francés, en tanto las consonante­s finales del alemán dieron pie para una vocalizaci­ón marcada, enfática, como en Wozu noch, Mädchen (“De qué sirve, doncella”), de Adolf Friedrich, Graf von Schack. En todo esto, el pianista Helmut Deutsch fue una compañía fundamenta­l. El dúo de cantante e instrument­ista, en una performanc­e de contenida e impecable elegancia, sostuvo la primera parte del evento con gestos medidos, hasta que el vendaval sanguíneo llegó con aquellos bises que completaro­n el programa, en el que el melancólic­o refinamien­to de los lieder parecía necesitar un sacudón de emotividad operística.

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IDIOMAS. Jonas Kaufmann cantó en italiano y francés, además del alemán.

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