“Mi viejo me hizo amar la incertidumbre”
El 27 de marzo de 2015, el Día Internacional del Teatro, se lanzó Teatrix, la plataforma de teatro digital que permite ver obras, cuando quieras y desde donde quieras, a través de internet.
Mientras el teatro –ese arte del presente por definición– nos sigue cautivando, estamos sumergidos en un mundo que se achica, de culturas en contacto, donde todo parece estar al alcance de un control remoto o un mouse. En ese contexto, las giras de las obras teatrales y los grandes esfuerzos por acercar el teatro no alcanzan para competir con la creciente industria del entretenimiento a demanda, satisfaciendo la autonomía y capacidad de decisión del consumidor: cuando quiera y donde quiera.
El crecimiento global de Netflix, las transmisiones en vivo o diferido de los espectáculos del MET de Nueva York, crean los antecedentes más cercanos de Teatrix. Ese templo sagrado, efímero como la vida misma, para poder llegar a todos y estar al alcance de un control remoto, debía volverse profano, tangible e inmortal. El maridaje entre las artes escénicas y las artes audiovisuales, en un vínculo amoroso en el que ambas se embeben, se encuentran y se respetan en sus mutuas esencias, da lugar a este vástago: el teatro por internet. Así, Teatrix conserva aún lo sagrado de la experiencia teatral pero a distancia y con los mejores planos: respiramos al actor y a su público, lo tocamos con los ojos, lo desnudamos con la mirada, reímos y sufrimos, amamos y deseamos con él.
Asimismo, Teatrix puede ser vista como una estrategia del sector para vérselas en el mismo cuadrilátero, de igual a igual, con la industria audiovisual: cine, series y documentales que llegan al hogar. ¿Por qué no generarle una segunda y tercera ventana comercial al teatro y promover su industria? Hoy el teatro es una alternativa más a la hora de quedarse en casa. ¿Cuál es el valor del emprendimiento? Estamos acercando el teatro a nuevos espectadores, a personas que por su situación no pueden salir de sus casas. Hay usuarios mayores entre nuestros socios, que viven lejos de los centros urbanos, se hallan en el interior o en el exterior del país, que no tienen tiempo o están en plena crianza de sus hijos, o simplemente no tienen los medios para ver teatro. Teatrix, además, nos obliga a pensar seriamente en el posicionamiento del teatro argentino en el exterior. En el corto tiempo que llevamos trabajando, hemos hecho acciones con las embajadas argentinas y el Ministerio de Cultura. Recibimos llamados de universidades en el país y en el exterior que se interesan por nuestro teatro para sus alumnos. Hicimos un acuerdo de reciprocidad con nuestro par en Broadway, lo que permite ver obras de su cartelera en Teatrix. Y nuestras obras argentinas también estarán en Broadway para seguir difundiendo cada vez más el teatro nacional.
Antes de filmar La nona, fui a conocer a Tito Cossa, quien me recibió con una pregunta: “¿Vos sabés el regalo que estás haciéndole al teatro argentino?”. Teatrix también plantea un primer archivo de nuestra memoria teatral y la inmortalización de actuaciones memorables de nuestros actores. Si nos perdimos a Alfredo Alcón en Las brujas de Salem o en Muerte de un viajante, clásicos como La malasangre, de Griselda Gambaro, o Potestad, de Eduardo “Tato” Pavlovsky, el genial Hugo Midón, la época de oro de la comedia musical argentina –género que no para de cre- cer–, los éxitos de Los Macocos o los personajes de Antonio Gasalla , ya no podíamos volver a verlas. Extrañamos a nuestros grandes en magníficas puestas que hoy serían un material riquísimo para las generaciones que se interesan en el teatro y la nostalgia de un público que los recuerda. Podemos ver una película o escuchar una canción que nos gusta más de una vez, pero nunca pudimos hacerlo con el teatro. La cartelera crece con la confianza de productores y autores: Enrique Pinti, Martín Campi, Juan Pablo Geretto, José María Muscari, Claudio Tolcachir, Pepe Cibrián Campoy y Angel Mahler, Helena Tritek, Luis Agustoni, Mario Diament, y seguirá creciendo con y gracias a ellos. La potencialidad de Teatrix es aún desconocida, en el camino iremos descubriéndola.
Para muchos, Teatrix tiene la impronta de mi viejo, Alejandro Romay. Promotor del teatro y la ficción, de autores y de artistas, me hace muy feliz que lo recuerden, que lo identifiquen con esta iniciativa. Como dice Serrat en Esos locos bajitos: “A veces los hijos se nos parecen, se menean con nuestros gestos...”. No creo parecerme, es posible que menee alguno que otro gesto, pero de lo que estoy segura es de que me hizo vivir en un ambiente de creatividad, me hizo amar la incertidumbre y me dio la capacidad para asumir riesgos.