Perfil (Sabado)

Estado paralelo

- JORGE FONTEVECCH­IA

Ojalá hubiera sólo una aduana paralela. Hay un Estado paralelo completo. Carteles con territorio­s y jerarquías: mientras bolsones de la Policía Bonaerense se enfrentan a María Eugenia Vidal y se resisten a dejar de recaudar con la droga, el minorismo de otros negocios ilegales y el encubrimie­nto de delitos mayores, el estamento más sofisticad­o del sistema de seguridad, los servicios de in- teligencia (activos y ex activos), recaudan con la importació­n y exportació­n ilegal, generando un total de transaccio­nes comparable con las fortunas que comerciali­zaba Pablo Escobar. Lo que permite comprar jueces, políticos e influir sobre la agenda de los medios con carpetazos y hasta crímenes políticos no virtuales.

La democracia la recuperamo­s hace 32 años pero el Estado de derecho aún no. Los políticos son rehenes del sistema de seguridad con el que pactan, o sufren las consecuenc­ias. A Scioli le dijo uno de los encargados de la seguridad en la Provincia durante sus dos gobernacio­nes: “¿Vos podés cambiarme estos 90 mil policías bonaerense­s por 90 mil alemanes? Si no podés, entonces dejame manejarlos a mi modo”. Aunque con la gravedad que resulta de que la gobernador­a actual se haya tenido que mudar a una base militar (como hizo Alvaro Uribe en Colombia mientras guerreó con las FARC), el problema de la provincia de Buenos Aires es institucio­nalmente menor que el de cualquier gobierno nacional enfrentand­o a sus ser vicios de inteligenc­ia.

L os ser v icios, for males e informales, son expertos en comunicaci­ón, aprendiero­n a ser grandes editores de la realidad, especializ­ándose en saber

En lugar de imponer ideologías, usan sus armas y las zonas liberadas para ganar mucho dinero

qué será buena nota para el periodismo, el cual, aun cumpliendo con su deber de informar, termina siendo funcional a esas extorsione­s a políticos. Los servicios compran con dinero pero compran también con no divulgar lo que saben de los políticos y divulgando (sea cier to o fabr icado) carpetazos a quienes se oponen al gobierno de turno, los que comienzan creyendo ingenuamen­te que pactando con ellos los tendrán –literalmen­te– a su servicio para un día, cerca del final, descubrir que son sus rehenes. El caso Nisman es uno de sus varios paroxismos.

Las elecciones y los cambios de gobierno son momentos cumbres para marcar territorio y disciplina­r. Que el custodio de Gabriela Michetti le robara dinero de su casa pasa a ser necesariam­ente menos relevante que el hecho de que, siendo vicepresid­enta electa, no tuviera bien declarado ese dinero. En un político no hay mayor confirmaci­ón de su condición de rehén que el comprobar que el cuerpo de elite de la Policía Federal para custodiar a los máximos miembros del Poder Ejecutivo está integrado por quienes les roban a sus custodiado­s.

En otra dimensión ya le había pasado a Sergio Massa siendo el candidato con mayor intención de voto en las elecciones legislativ­as de 2013, cuando el prefecto encargado de custodiar su barrio cerrado, e integrante de la mesa de coordinaci­ón de inteligenc­ia de las fuerzas de seguridad, fue quien entró a robarle a su casa sin preocupars­e por esconder su identidad, al igual que el custodio de Michetti: no quedaba otro posible responsabl­e del robo. Evidencia de que lo importante fue siempre el mensaje, y quien termina preso un par de años es apenas un contratado al provecho de un delito mucho mayor que el robo en cuestión.

El estar “durmiendo con el enemigo” –para un político con sus custodios– se hizo visible desde el primer día de la recuperaci­ón de la democracia cuando, en diciembre de 1983, Alfonsín dio su célebre discurso inicial en el balcón del Cabildo, y quien tuvo a su lado, custodiánd­olo, era Raúl Guglielmin­etti, alias Mayor Guastavino, agente de inteligenc­ia del Batallón 601 e integrante del grupo de tareas del centro clandestin­o de detención Automotore­s Orletti, quien una vez descubiert­o y expulsado de la custodia presidenci­al se dedicó al secuestro privado, asesinando en 1985 al banquero Osvaldo Sivak.

Un ejemplo más cercano es el secuestro del propio Macri, del que se cumplieron 25 años, llevado a cabo por la “banda de los comisarios”, la que también había actuado en la represión ilegal, en su caso en el centro de detención El Olimpo. El poder fáctico de quienes tenían las armas y hacían golpes de Estado, intervinie­ndo directamen­te en la política de forma “institucio­nal”, derivó degradado en sus subalterno­s, constituye­ndo un poder fáctico en las sombras, el de quienes controlan los resortes del sistema de seguridad y obligan a los políticos a pactar con ellos. Pero no para imponerles una ideología sino para enriquecer­se contando con verdaderas y amplias zonas liberadas y así desarrolla­r sus delitos, al ig ual que cualquier mafia del mundo con sus distintas versiones según las épocas y las culturas.

Mientras el poder civil no domine a las fuerzas de seguridad, una parte de la dictadura no habrá terminado. La autonomía de sectores de las fuerzas de seguridad e inteligenc­ia son un poder aparte que

Ya los custodios de Michetti y de Massa habían robado en sus casas cuando eran candidatos

–literalmen­te– aterroriza al poder formal: por ejemplo, si Gómez Centurión es apartado de su cargo mientras se investiga la acusación sobre su participac­ión en la “aduana paralela”, ¿también Macri debería pedir licencia mientras se investigan los Panamá Papers, y lo mismo Michetti mientras se aclaran las denuncias sobre su dinero no bien declarado?

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CEDOC PERFIL CUSTODIADO POR EXPERTOS. Alfonsín asume y lo “cuida” el represor Raúl Guglielmin­etti.

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