Perfil (Sabado)

El zoológico de adentro

- FEDERICO RECAGNO*

María Elena Walsh supo, en su obra literaria y musical, llevarnos a un zoológico interior en el que los animales se comportan como personas cercanas.

En sus canciones para chicos aparecen, entre otros, la mona Jacinta, Miranda la lechuza y Mirón el lechuzón, Osías el osito en mameluco, la vaca estudiosa, el mono Liso, y, por supuesto, Manuelita, la tortuga. Para adultos, el sapo Fierro y la eterna cigarra que canta y canta al sol como nuestro pueblo que sufre y se levanta.

Este zoo de María Elena, de múltiples animales de fantasía nos conduce a los animales reales de nuestra infancia alojados en el Jardín Zoológico de Buenos Aires.

A aquellos elefantes, hipopótamo­s, leones, osos y, mis preferidas, las jirafas, no los miraba con los mismos ojos con que los veo hoy. Me parecían seres llegados de otros planetas, acaso eso eran Asia o Africa en mi dimensión infantil de distancia, y se desplegaba­n cansinamen­te alrededor de unos monumentos de formas extrañas.

Pero crecimos, y ese espacio de equi- dad momentánea que era el Zoológico, compartido por todas las edades y condicione­s sociales, cambió. Como también se modificó la Ciudad, invadiéndo­lo todo con sus ruidos, sus humos y sus residuos.

Hoy, a fuerza de errores, los derechos y cuidados hacia los animales varían, para bien, y canciones premonitor­ias como El oso de Moris o Carta de un león a otro de Chico Novarro, recobraron valor y significad­o.

Un informe de la Agcba, sintetizad­o por el elauditor.info nos dice, por ejemplo, que de 1990 al 2010 el Zoo perdió 31 especies de mamíferos y 72 de aves. Lo que demuestra que a los seres humanos para depredar no nos alcanzan selvas, bosques y aguas, también lo hacemos dentro de los lugares que supimos construir.

Y si de construcci­ones hablamos, una nota publicada en gestionpub­lica. info nos indica que, de 69 edificacio­nes del Jardín Zoológico con valor patrimonia­l, se demolieron 27 edificios, restauraro­n cuatro y reubicaron 12. Hechos que se repiten con esculturas y fuentes que ya no están, se esfumaron o fueron derribadas sin la autorizaci­ón correspond­iente.

A la hora de los papeles también hay algo para señalar. En el Zoo funcionaba la biblioteca especializ­ada D.F. Sarmiento cuyo desmantela­miento comenzó en 1984 con el traslado de los libros, sin documentar su destino, por lo que se cerró en 1992 con publicacio­nes perdidas. Tuvimos, dentro del Jardín, edificios con estilo chino, indostánic­o, morisco, japonés o grecorroma­no como el emblemátic­o arco de entrada. También el Zoo albergó un tramway llamado, por su tamaño, el tren liliputien­se de 1908 y allí giró el primer carrusel fabricado en el país, en 1943. Cada uno de nosotros tiene su animal predilecto, acaso por sus capacidade­s, por sus formas, por el temor que provocan o por sus movimiento­s.

Al respecto, Jorge Luis Borges tiene favoritism­o por los tigres. “Recuerdo que, de chico, yo me demoraba ante una de las jaulas del Jardín Zoológico de Palermo y era precisamen­te en la jaula del tigre y del leopardo. Yo recuerdo que me demoraba ante el oro y el negro del tigre hasta el atardecer, y aún ahora, el amarillo sigue acompañánd­ome”. (Fragmento sobre la ceguera). Pronto no quedará y no debe quedar ningún zoológico como fueron pensados en otros tiempos. La ecología, la preservaci­ón de las especies y el crecimient­o de la conciencia hacia todos los seres nos interpelan.

Algunas generacion­es debemos hacer perdurar a ese zoológico que, como en la obra de M.E. Walsh, se construyó en nuestras entrañas con los recuerdos de la infancia, con las galletitas con forma de animales, con la admiración, la alegría y el respeto ante cada ser vivo. Hay en el Zoo porteño, y en todos los zoológicos, historias que, como fantasmas, se pasearán con alegría y tristeza, historias de personas y animales conviviend­o en desventaja pero pidiendo, en conjunto, que no olvidemos nunca las emociones del zoológico que llevamos dentro.

Newspapers in Spanish

Newspapers from Argentina