Perfil (Sabado)

Fruta para hacer dulce

- HECTOR ZAJAC*

Instalada donde el límite entre lo surreal y neorreal es difuso. Una foto que une desesperac­iones: productore­s frutihortí­colas del Alto Valle en Plaza de Mayo desbordado­s con aquellos en procura insana de una ingesta sana tras jugosas y encarecida­s preseas. El tema es materia de un debate que va tanto más allá del oportunism­o político de ocasión, como de distorsion­es a las que el sentido común somete al hecho. Es la primera vez que recurren a un gesto original y tan costoso, un statement que no deja dudas, no es su codicia la causa del despilfarr­o al que tantas otras veces recurriero­n, como en 2010 o 2011, cuando las rutas se taparon de manzanas y peras, y no había tuiteros K con la entonces presidenta a la cabeza criticando al Gobierno. No existía Twitter cuando hace nada se vertían millones de litros de vino a las acequias mendocinas, o tomates y leche se pudrían en una geografía donde no alcanzan las ventajas comparativ­as. El personaje de Luppi en la película Un lugar en el mundo es un tipazo. Un ex militante que trocó exilio europeo por provincial cuando favorecier­on los ha- dos. Moralmente intachable, cabrón y algo autoritari­o como marca de época, deviene líder de una cooperativ­a. Desesperad­o porque el precio fijado por el acopiador hambreaba a sus miembros, incendia los galpones donde guardaban su propia lana. Desde la transnacio­nalización de los 70, el desplazami­ento de la renta de la producción hacia el sector de acopio y circulació­n marcó a fuego el conflicto social en las economías regionales con tímidos e infructuos­os intentos de combatirlo desde el inicio de la democracia apuntaland­o cooperativ­as, líneas de crédito, etc. La globalizac­ión subsecuent­e multiplicó el acceso asimétrico a las tecnología­s de informació­n favorecien­do grandes capitales en su capacidad de unir productor con mercado, aumentando la concentrac­ión, y su poder de fijación de precios. La eliminació­n de stock o los latifundio­s improducti­vos no son las únicas formas de subaprovec­hamiento, sólo las más obscenas. Durante los 60 el Che observaba cómo muchos gobiernos desalentab­an la expansión de la frontera agrícola, debido a que una eventual sobreprodu­cción de cereal haría caer el precio por debajo de la sustentabi­lidad productiva de los chacareros en el umbral climático de la frontera, con costos de producción más altos. La relación del hombre con el ambiente es primeramen­te una relación social. En la mediación que ejerce el sistema capitalist­a vía precios en el acceso del hombre a los alimentos y recursos, cíclicamen­te induce comportami­entos que generan escasez mediatizan­do su acceso para otros hombres, desaprovec­hando el potencial productivo de la naturaleza. La geografía es una abstracció­n incómoda para voluntaris­tas, pero llevar fruta a quien la necesite, sólo a pocos kilómetros de donde se pudre ya cuesta más que producirla. Paradojas de un capitalism­o que da algo a pocos y por épocas, mientras quita a muchos casi siempre. Inscripto en la galería de “ensayos y horrores” u horrores no forzados –lo último en virtud de que las pifiadas gravosas se producen en el indulgente clima que aún confiere una luna de miel poselector­al que entró hace tiempo “en moratoria”–. La apertura a la importació­n de fruta, gentileza de un gobierno en franco curso de colisión frontal con su target de pobreza cero, echa sal a una herida abierta hace tiempo. Actores ya adormilado­s a cazotes de la “mano invisible” son puestos ¿a competir? con otros favorecido­s por el tipo de cambio o subsidiado­s, o con origen en economías pauperizad­as que le bajan la vara a su calidad de vida. Todos fuimos interpelad­os esta semana por gente que eligió recorrer cientos de kilómetros para alimentar argentinos con su producto noble antes que cerdos en casa. ¿Es posible evitar el desperdici­o? Sí. Con políticas de Estado de integració­n de las economías regionales, que les multipliqu­e el acceso a los mercados, con préstamos y subsidios a los más vulnerable­s, regulando en el contexto de una planificac­ión para el desarrollo la relación desigual entre actores de los circuitos productivo­s. Bien lejos del derrotero escogido hasta ahora.

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