LA VIEJA BOHEMIA REGRESA
El primer tren africano de alta velocidad, un puerto nuevo y un festival de música electrónica devuelven a este destino marroquí el fervor que le había concedido la generación beatnik, luego perdido.
Entre las décadas de 1920 y 1950, cuando la ciudad portuaria marroquí era una desenfrenada “zona internacional” gobernada (a duras penas) por un consorcio integrado principalmente por potencias europeas, Tánger atrajo expatriados y viajeros que buscaban sustancias y actividades ilícitas. Barbara Hutton, la heredera Woolworth, y el multimillonario Malcolm Forbes construyeron palacios y cobijaron a celebridades. Escritores de la generación beat, desde William S. Burroughs hasta Paul Bowles, redactaban en el estupor provocado por las drogas y el alcohol. Denostada, la monarquía marroquí dejó caer la ciudad. Para la década de 1970, Tánger era una versión sórdida de lo que había sido. Actualmente, la ciudad está experimentando un giro. Valorada por el rey Mohamed VI, quien asumió el trono en 1999, Tánger está construyendo un enorme puerto nuevo, un paseo marítimo verde y la primera línea de trenes de alta velocidad de Africa. Monumentos y museos están siendo renovados, y en las calles de la centenaria medina morisca y de vecindarios de la era colonial brotan hoteles boutique, tiendas de diseño y restaurantes euro-marroquíes. Incluso hay un festival de música electrónica, Nuits Sonores Tanger, creado en 2013 y celebrado en octubre. Súmele atractivos clásicos (playas largas, productos artesanales, una próspera cultura de cafés) y Tánger está lista para volver al mundo. El Boulevard Pasteur es el punto de partida de la zambullida al Tánger de la era colonial. Alineada con edificios art nouveau y art déco, esta animada vía pública está atestada de cafés y tiendas, y tiene una explanada panorámica con vistas al Mediterráneo. Calles secundarias como Rue Khalid Ibn Oualid atraen con tiendas de antigüedades, pero la parada más gratificante es la Librairie des Colonnes. Perteneciente a Pierre Bergé, la ex pareja (de negocios y sentimental) de Yves Saint Laurent (viejo residente de Tánger), la librería multilingüe ofrece ediciones esenciales para su aventura marroquí. Ahí cerca, el venerable Gran Café de París y la moderna cafetería de la Cinémathèque de Tanger son ventanas al espíritu de Tánger, clásico y contemporáneo. El primero solía ser frecuentado por Jean Genet y Tennessee Williams. La cafetería de la Cinémathèque es un restaurante rústico que ofrece la pesca fresca del día, que puede incluir sopa, calamares y pez monje. El jugo púrpura de la casa, una mezcla de granada, higo, zanahoria y más, acompaña todo. Doscientos dirhams (aproximadamente 21 dólares, a un tipo de cambio de 9,69 dirhams por dólar estadounidense) por persona. Rue Magellan debería renombrarse como “Calle Beat”. Sus hoteles fueron favoritos de Jack Kerouac, Allen Ginsberg y Burroughs, este último un personaje clásico del Hotel El Muniria y de su bar, el Tangerinn. Citas de Burroughs aparecen grabadas en las paredes. Otro día, otro café. Antes de perderse en la laberíntica medina, deléitese sobre la costa en la cafetería al aire libre Café Hafa. Icono centenario de Tánger, esta cafetería está compuesta por niveles de balcones que