Buscan ‘transportar’ con realidad virtual a pacientes que se hacen quimioterapia
Una productora de contenidos, junto con dos ONG, puso en marcha el proyecto Machi, que busca hacer más llevaderas las sesiones a las que deben someterse personas con tratamientos oncológicos.
Con realidad virtual, el proyecto Machi busca “transportar” a los pacientes oncológicos de las salas de quimioterapia a paisajes agradables como playas y montañas con mares y lagos, con la intención de, al menos por un rato, llevarles un poco de alivio durante el tiempo que dura su tratamiento.
“Nos dimos cuenta de que, además de un nuevo medio, la realidad virtual es una manera de transportarte a otro lugar; entonces la primera iniciativa que quisimos hacer fue llevar a gente que estaba en lugares que no son donde les gustaría estar, a otros espacios”, explica Gonzalo Sierra, de Ñoño producciones, impulsor de la iniciativa junto a la ONG Wingu y la Fundación Donde Quiero Estar. La experiencia comenzó a implementarse en marzo en el Hospita l de Clínicas, y planean expandirla a otros once hospitales públicos de la Ciudad, donde la fundación ya trabaja con talleres de arte y reflexología.
La idea surgió cuando Sierra se encontró con un archivo de imágenes de paisajes, a partir de los videos que había acumulado cuando empezó a experimentar con realidad virtual y 360. Primero, la intención fue llevar los dispositivos a pacientes internados. Pero al unir esfuerzos con la ONG y la fundación –cuyos voluntarios son quienes están en los hospitales con los pacientes– advir tieron que probarlo en las salas de quimioterapia era una buena opción.
Con el tiempo fueron sumando “socios” al proyecto. La empresa Samsung les donó los dispositivos, a la vez que Wingu colaboró con los cardboards (los cascos o las gafas que se usan para “sumergirse” en la realidad virtual), y se generó así una sinergia que permitió que la iniciativa Machi –por la sana- dora de las comunidades mapuche– se pusiera en marcha en marzo de este año. Experiencia. “Los médicos fueron muy receptivos, ellos mismos lo probaron y cuando vieron la reacción que hubo en la sala lo adoptaron como algo propio”, agrega Sierra. Ahora buscan trabajar con contenidos más personalizados, para que más allá de los paisajes, puedan verse desde partidos de f útbol, recitales, hasta paseos por museos.
Y si bien al pr incipio les asustaba que los pacientes se aislaran todavía más –por tratarse de un medio tan individual– y al comienzo les costó que la gente se enganchara por ser un grupo de personas mayores poco acostumbradas a interactuar con este tipo de dispositivos, los resultados vienen siendo alentadores, in- cluso cuando con la primera persona que lo probó se dio lo contrario a lo esperado; porque le dio náuseas. Pero con el segundo pasó algo comple- tamente distinto: “Ahí se dio algo increíble, porque este paciente que estaba en ese entorno de playa empezó a contarles con todo detalle a los demás lo que veía. Y los otros pacientes le preguntaban cosas. Eso generó curiosidad e hizo que se armara una cosa social entre ellos muy buena”, agrega Sierra.
Lo mismo rescata María San Martín, de la fundación Donde Quiero Estar, quienes vienen trabajando hace diez años en las salas de quimioterapia, con voluntarios que buscan generar actividades grupales, como los talleres de arte y reflexología. “Encontramos la manera de usarlas de forma conjunta, y que lo que vean en realidad virtual sea un disparador para las obras de arte”, explica.
“Los médicos fueron muy receptivos y lo adoptaron como algo propio.”