Randazzo alambró un escándalo para preservar su carrera política
Florencio Randazzo aún era titular de Interior y Transporte y soñaba con ser presidente cuando llegó a sus manos un informe explosivo de las Naciones Unidas que revelaba que se habían desviado fondos de su ministerio. Apuntaba directamente contra Esteban Sáenz Rico, su hombre de confianza, la persona en quien había delegado la firma de contratos. Randazzo ideó entonces una estrategia para preservar su carrera política: poner en marcha una auditoría interna y presentarse en la Justicia como denunciante. ¿Pero quién iba a creer que una veintena de allegados, algunos de su círculo más cercano, firmaban cheques para que los cobraran otros empleados o contrataban empresas de familiares o socios y el ministro más hiperkinético de Cristina Kirchner lo ignoraba por completo? La jugada también exigía el silencio de Sáenz Rico de todos los secretos del ministerio: de la compra de trenes a China, de los acuerdos en el puerto, de los empresarios que se habían enriquecido con los contratos informáticos y de los negocios en torno al Belgrano Cargas. Sacrificarse en el altar. Todo y al mismo tiempo. Parecía imposible. Pero hasta ahora, Randazzo logró el milagro.
La semana pasada, una veintena de empleados que habían trabajado para el entonces ministro fueron procesados por desvío de fondos y estafa. Muchos de los acusados aceptaron hablar en reserva: están convencidos de que existe un acuerdo con la Justicia para que el incendio se delimite sin llegar a las alturas.
La mayoría de los empleados interrogados por el juez Claudio Bonadio declararon que Neutralizar el quilombo.