Un nuevo intento de Báez por recuperar la libertad chocó contra la negativa del juez
La defensa de Lázaro Báez pidió el sobreseimiento del empresario kirchnerista, argumentando que el dinero que, en teoría, fue producto del lavado, es legítimo. Pero el juez federal Sebastián Casanello se lo rechazó.
“No se puede lavar plata blanca”, dijo, coloquialmente, el abogado Maximiliano Rusconi. Sin embargo, Casanello se apoyó en que la Cámara Federal confirmó los dos procesamientos que tiene el empresario. Báez lleva medio año en prisión, acusado de lavado de activos.
El magistrado les respondió que el argumento del dinero “lícito” era “una alteración de los términos” y subrayó la “fortísima sospecha de la existencia de una compleja defraudación tributaria, llevada adelante por Austral Construcciones S.A. (de Báez)” con facturas truchas que fueron el “ardid utilizado por la firma, como mínimo, para inflar costos en el marco de las obras públicas”. El comienzo del fin. La tormenta para Báez se desató cuando la televisión difundió un video de su hijo, Martín, en una financiera contando millones de dólares.
El empresario fue uno de los principales beneficiados por la obra pública kirchnerista en los 12 años de gestión. Recibió adjudicaciones millonarias y, según Vialidad Nacional, en muchos casos se pagaron sobreprecios, incluso, hasta por obras que nunca se concluyeron.
El cambio de gobierno hizo, probablemente, que se terminara la protección para Báez, porque la Justicia le cayó encima con todo el peso de la ley. Sus hijos también son investi- gados por una cuenta en Suiza.
Báez es además objeto de una investigación que lo vincula a la ex presidenta Cristina Kirchner. Se trata de la causa en la que consta que el empresario pagó por habitaciones de un hotel, administrado por la familia Kirchner, que nunca usó. Allí, la hipótesis de la Justicia es que el alquiler de las habitaciones era una suerte de retorno por la adjudicación de la obra pública.
La relación entre Báez y los Kirchner fue, siempre, sumamente estrecha. Báez creó Austral Construcciones, la nave insignia de su imperio, en 2003, cuando Néstor Kirchner llegó al poder. Y se hizo multimillonario. Fue uno de los principales ejecutores de las obras públicas en Santa Cruz y zonas aledañas de la Patagonia. Y diversificó su empresa hacia el petróleo y otros rubros.
Siempre insinuó que iba a involucrar a otros en la corrupción, pero eligió el silencio.