Perfil (Sabado)

EL ANTIFUTBOL

LA LOCURA DEL GRUPO TERRORISTA LLEGO AL DEPORTE: EI ASESINO A TRES JUGADORES Y A UN ENTRENADOR, Y PROHIBIO CAMISETAS DE CIERTOS CLUBES.

- AGUSTIN COLOMBO

En muchas ciudades está prohibido jugar al fútbol porque lo consideran “un deporte antiislámi­co”. Y en las ciudades en las que todavía no se lo prohibió, como Al Mayadin, en el noroeste de Siria, lo que no se puede es jugar con árbitros. Los árbitros, para el Estado Islámico, deben ser abolidos porque aceptan las normas de la FIFA y “no se rigen por lo que Alá ordenó”.

El EI, también conocido como ISIS, encontró en el fútbol una manera de amplificar su doctrina y traspasar fronteras. Por eso, en los últimos meses se enfocó en ese deporte, el más popular tanto en Occidente como en Oriente, para cometer atentados y anunciar medidas. La imagen que podría sintetizar este odio creciente se vio en julio, cuando la organizaci­ón yihadista decapitó en las calles de Raqqa a tres futbolista­s y a su entrenador, todos miembros del club Al Shabab. Los cuatro

HUBO PARTIDOS SIN ARBITRO PARA “EVITAR INFRINGIR LA LEY DE ALA”

hombres, más un quinto que no fue identifica­do, murieron con los ojos vendados y el mameluco naranja que EI les pone a sus víctimas. Los acusaron de espiar para la YPG, el brazo armado del gobierno de facto de Kurdistán, y de jugar un deporte que no responde a los principios del islam.

Los jugadores que murieron en ese espectácul­o morboso y sanguinari­o que propone EI –y que luego se encarga de viralizar en las redes sociales– fueron Osama Abu Kuwait, Nehad al-Hussein, Ihsan-al Shuwaikh y su hermano Ahmed, director técnico de Al Shabab, uno de los equipos más importante­s de Arabia Saudita. Nadie escuchará tu remera. Estado Islámico no sólo se sirve del fútbol para montar su muerte televisada. También lo usa para advertirle­s a los habitantes de su territorio – que actualment­e incluye parte de Siria y de Irak, pero que busca extenderse por Jordania, Líbano, Israel, Palestina y el sur de Turquía– sobre las consecuenc­ias de caer bajo la tentación de la cultura occidental. En septiembre, como prueba de esto, publicaron una lista con las camisetas prohibidas en los lugares donde gobierna este califato. La del Barcelona con el número 19 de Lionel Messi era una de ellas. La del Real Madrid de Cristiano Ronaldo, también. Las otras que aparecían tachadas eran la del Milan y la de las seleccione­s de Estados Unidos, Inglaterra, Francia y Alemania. O cualquiera de marca Nike o Adidas, sea de fútbol, básquet o rugby. El que se las ponga tendrá, según anunció EI, un castigo de ochenta latigazos.

Si desde la perspectiv­a yihadista el fútbol representa un símbolo occidental, el Real Madrid es, desde siempre, el corazón de ese símbolo. Estado Islámico le declaró la guerra a ese club en mayo, con dos atentados en peñas madridista­s en Irak. El primero, en la ciudad de Samarra, tuvo como resultado 16 muertos. Ese domingo, los jugadores del Real jugaron con un brazalete negro. Pero 16 días después, el 29 de mayo, en Diyala, 80 kilómetros al norte de la capital Bagdad, un grupo de yihadistas entró en otra peña durante la final de la Champions, disparó a mansalva con AK-47 y causó cuatro víctimas. Minutos después, el Real Madrid salió campeón de Europa. Festejarlo, en algunas zonas de Irak, era casi una pena de muerte.

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FOTOS: CEDOC PERFIL YA NO MAS. El Barcelona es palabra prohibida. El grupo yihadista utiliza el fútbol para mostrar todo lo que es capaz de hacer.

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