Bodrio amparado en el frenesí
Dirección: Nicolás Silbert y Leandro Mark Guión: Lucas Bucci, Nicolás Silbert, Tomás Sposato y Agustina Tracey Intérpretes: Nicolás Vázquez, Alan Sabbagh, Benjamín Amadeo, Eva de Dominici, Julián Kartún, César Bordón, Roberto Carnaghi y Luciano Rosso Origen: Argentina (2016) Duración: 105’
Alos guionistas de esta comedia les faltó imaginación. Su argumento está construido a partir de escenas anárquicas –muchas de ellas extensas y aburridas en sus diálogos– a las que se les debe sumar una serie de tonterías improvisadas por los actores con mayor o menor efectividad, de acuerdo a la capacidad o no del profesional convocado.
A esto se debe agregar que los guionistas no tuvieron en claro si intentar explotar al máximo la posibilidad de una fiesta en la que todo está permitido dentro de una gran mansión; o inclinarse por una trama cuyo punto central es el robo de un cuadro y a partir de ahí imaginar unos pocos gags y algunos enredos hasta conducir al espectador al desenlace final. Al no quedar claro ni lo uno ni lo otro, cada escena parece haber sido escrita por un libretista distinto, por eso algunas funcionan mejor y otras no.
El film abre con tres pibes, nada convincentes, en una fiesta de cumpleaños, cuyo padre está personificado por Roberto Carnaghi, un actor valioso, que acá roza el ridículo y aparece con igual imagen tanto cuando los amigos son pequeños como cuando éstos se acercan a los 30. Poco después de observa a los amigos ya adultos que intentan abrirse camino de distintas maneras, uno es un buscavidas que dice ser vendedor de propiedades; otro trabaja de empleado de seguridad de una galería de arte y el tercero es un muchacho con alguna enfermedad mental indescifrable.
El trío se ubica en los casilleros del piola, canchero, simpático, ganador, a cargo de Nicolás Vázquez; el fracasado, que lo hace Alan Sabbagh, y a Benjamín Amadeo le tocó hacer del tonto del grupo.
Una mansión, un excéntrico dueño, una fiesta y el robo de un cuadro a cargo de una actriz porno que filma a las órdenes de un director cuyo currículum tiene títulos similares a los filmes de Alejandro Agresti (¿una broma?) dan lugar a disparatadas situaciones en las que pueden coincidir desde lo escatológico, con un Amadeo que imita practicar la coprofagia con una salchicha, hasta Vázquez y Eva de Dominici, en una escena en la que la actriz seduce al conductor de Como anillo al dedo y lo hace llegar al climax sin tocarle un pelo.