VISTAS CON ALTURA
Una lenta caminata con curvas y ascensos demuestra que “piano piano si arriva lontano”. ¿El premio? Positano, Amalfi, Maiori, Minori y Ravello, bellezas sobre los acantilados del mar Tirreno.
En un ensayo de 1953 para Harper’s Bazaar, John Steinbeck sacó a la luz a Positano, cambiando el curso de la historia para la localidad más pintoresca de la costa de Amalfi. Este idílico trecho de 48 kilómetros de la costa de Italia, situado en la margen sur de la Península de Sorrento, sigue impresionando con acantilados que se elevan sobre rocosas ensenadas y pueblos que se aferran a pendientes increíblemente pronunciadas. Y el afamado Positano, supeproblado, continúa monopolizando la atención de los viajeros. Pero hay localidades menos conocidas –desde el vecino Praiano, al oeste, hasta las localidades gemelas de Maiori y Minori, en el centro, y el encumbrado caserío de Ravello y la aldea de pescadores de Cetara, al este– para descubrir el ilimitado encanto y la belleza eterna que existe a lo largo de la costa de Amalfi.
Día 1. Altos y bajos
Llegar a la costa de Amalfi es un viaje arduo que requiere múltiples modalidades de transporte –transbordador, tren, autobús– o un precario recorrido por el angosto y serpenteante camino costero. Para refrescarse, vaya directamente a la aldea central de Conca dei Marini, que tiene opciones de relajación para todos los bolsillos. Para algo caro, suba a Monastero Santa Rosa, un centro vacacional exclusivo con spa. Si quiere una opción más baja, literal y figurativamente, descienda los cientos de escalones que llevan hacia Marina di Conca, una pequeña caleta con playa pedregosa donde podrá vadear el mar Tirreno color esmeralda. Al oeste de Conca dei Marini, el pueblo de Praiano ostenta cautivantes paisajes costeros. Pero su atracción más interesante está junto al mar: Torre a Mare, una atalaya de piedra caliza de 800 años que alberga la galería y estudio del artista Paolo Sandulli. Si está pintando cerca de una ventana, visítelo y suba la desvencijada escalera de caracol para admirar bustos de terracota con alocados mechones de cabello hechos con esponjas de mar teñidas. Después, siga el camino hacia el malecón para un aperitivo en Il Pirata, con mesas sobre una